«M. Proudhon ha escrito en sus Confesiones de un revolucionario estas notables palabras: "Es cosa que admira el ver de qué manera en todas nuestras cuestiones políticas tropezamos siempre con la teología". Nada hay aquí que pueda causar sorpresa, sino la sorpresa de M. Proudhon. La teología, por lo mismo que es la ciencia de Dios, es el océano que contiene y abarca todas las ciencias, así como Dios es el océano que contiene y abarca todas las cosas» (Donoso Cortés).

viernes, 17 de octubre de 2008

SEGUNDO AVANCE DEL INFORME OFICIAL (II) AZUAGA Y BURGUILLOS DEL CERRO

AZUAGA (Prov. Badajoz)

Desde el glorioso día del levantamiento militar hasta el 24 de Septiembre, estuvo este pueblo en poder de las turbas marxistas, que durante este tiempo cometieron CIENTO CINCO ASESINATOS y saquearon las casas de todas las personas de orden.

Empezaron sus crímenes asesinando a D.Plácido Durán, hiriéndole gravemente de un pistoletazo e impidiendo durante día […] que se le prestase asistencia facultativa, hasta que murió después de atroces sufrimientos.

Por ser insuficiente la Cárcel, donde tenían detenidas a más de cincuen­ta personas, trasladaron otras personas a un depósito de abonos minerales en cuyo techo hicieron grandes boquetes, por los que amenazaban arrojarles bombas de mano; de noche, los sacaban uno a uno de la prisión y los apa­leaban con porras, vergajos, barras de hierro, etc., etc. Un testigo presencial cita el caso de que uno de los apaleados, que regresó con una gran herida en la cabeza, le curaron los rojos, mofándose de él, aplicándole estiércol, lo que le produjo una grave infección.

El día 25 [sic, 7] de Agosto fusilaron en el Cementerio a veinticinco de estos detenidos, atados de tres en tres, dándose el caso de que el sepulturero pro­testase ante el Comité rojo, diciendo que él estaba allí para dar tierra a los muertos y no a personas vivas, pues por falta de puntería muchos de los fusilados eran enterrados antes de morir, como le sucedió a D. Manuel Álva­rez. Una de las víctimas, D. Fernanulo Morillo, fue castrado antes de su fu­silamiento.

El día 29 de Agosto fue degollado D. José [Sánchez] Moya; D. José Antonio Cas­tillo, murió el mismo día como consecuencia de innumerables golpes; D. Juan Ortiz fué muerto a balazos, así como D. José Martín. El día 30 organizaron las hordas la verdadera caza del hombre. Noticiosas del desastre sufrido por los suyos en el ataque contra Llerena, sacaron a veintiún presos y con las manos fuertemente atadas a la espalda les invitaron a que huyeran mientras grupos de forajidos apostados en sitios estratégicos se dedicaban a cazarlos; sólo escapó uno de estos desgraciados, llamado Cándido Delgado Ortiz.

Se cita también como caso extremo de crueldad las torturas sufridas por siete frailes y siete seglares, traídos de Fuenteovejuna, a los que recluyeron primeramente en una celda de reducidísimas dimensiones, teniéndolos allí durante cuarenta y ocho horas sin comer ni beber e invitándoles a blasfemar, sin conseguirlo. Relata un testigo presencial que entre los frailes torturados había uno que se distinguía por su templanza y heroísmo; a él se dirigieron los rojos, que, desesperados, le dispararon un tiro, hiriéndole de gravedad. Una vez caído y agonizante le rodearon, cantándole coplas alusivas a su sagrado cargo, hasta que el mártir murió dando vivas a Cristo Rey. Los restantes frailes y seglares perecieron también, sufriendo antes análogas torturas.

Puede citarse como testigo presencial en muchos de estos hechos, entre otros, a D. Manuel González.

Relación de los individuos asesinados por los marxistas durante los dos meses que fueron dueños de la población de Azuaga (Badajoz).- D. Plácido Durán Alejandre, fabricante de harinas; don Manuel Álvarez Morillo, abogado; don Ramón Álvarez Morillo, abogado; don Jose Morillo Gómez Álvarez, propietario; don Plácido Alejandre Moreno, propietario; don Jose Durán Hidalgo, propietario; don Juan Rosell Delgado, fabricante de aguardientes; don Juan Tovar Clemente, fabricante de aguardientes; don José Calero Chavero, labrador; don Sebas­tián García Toledo, fabricante de mosaicos; don Gonzalo Cabezas Gálvez, Secretario judicial; don Francisco Guerra Morillo, Teniente de artillería; don José Antonio Gómez Álvarez, sacerdote; don Victoriano Trimiño, sacerdote; don Gumersindo Navarro, Cura párroco; don Emilio Gómez Álvarez, Secretario judicial; don Fernando Lozano Calleja, abogado; don Secundino Coleto, obrero agrícola; don Eustaquio Vallejo Durán, abogado; don Narciso Bustamante Mejías, obrero agrícola; don José Rivera Arana, Sargento de la Guardia Civil; don Carmelo Rodríguez Durán, Guardia civil retirado; don Agustín Jerez Martín, propietario; don Juan Diego Cantón Castilla, médico dentista; don Marcial Paniagua, labrador; don Da­niel Soriano de León, propietario; don José Centeno Moruno, labrador; don Pedro Corchero, cajista; don Felipe Moreno Carrizosa, carpintero; don Pedro Acedo Sabido, cartero; don Pe­dro Delgado Llorán, propietario; don Juan Antonio Montero de Espinosa y Rengifo, propietario; don Emilio Esquivel Centeno, labrador; don Francisco Moruno Cabeza, abogado; Antonio Mellado, jefe de estación de los ferrocarriles; don José Antonio Spínola Carras­cal, abogado; don Manuel Ortiz de la Tabla Barragán, abogado; don Domingo Rubio Durán, depositario de fondos; don Manuel Durán Redondo, herrero; don Adriano Nogales Calderón, administrador; don Alfonso Morillo, farmacéutico; don Manuel Vizuete Pulgarín, labrador; don José Naranjo Gómez, veterinario; don Rosendo Garrido García, empleado; don José Chavero Durán, propietario; don Ramón Fernández Alvarez, labrador; don Fernando Morillo Gómez-Álvarez, industrial; don Hilario Molina Pérez, abogado; don José Martín Alvarado, pro­pietario; don Sergio Moruno, Guardia civil retirado; don Francisco Ruiz Alejandre, fabrican­te de harinas; don Manuel Durán García, propietario; don José Antonio Sevillano, empleado; don José Antonio del Castillo Amaya, empleado; don José Sánchez Moya, médico; don Francisco Díaz Montalbo, seminarista; don Juan Robledo y Robledo, sombrerero; don Francisco Ro bledo de la Gala, sombrerero; don Ricardo Tena Montero de Espinosa, jesuita; un señor de Ahillones, labrador; otro ídem, ídem; otro del Tercio; don Juan García Toledo, industrial; don Alfonso García, industrial; un forastero en las cercanías del pueblo; otro idem idem, y catorce individuos que trajeron de Fuenteobejuna (entre ellos siete frailes). Faltan muchos cuyos nombres no se recuerdan.

BURGUILLOS DEL CERRO (Prov. Badajoz)

Estuvo sometido a la barbarie roja, desde el 15 de Julio hasta el 14 de Septiembre, en cuya fecha entraron las fuerzas del Ejército. Durante ese período asesinaron las turbas marxistas a treinta y seis personas de orden, y antes de abandonar el pueblo saquearon todas las casas clasificadas por el Comité rojo como pertenecientes a propietarios derechistas.

La primera víctima fue D. Laureano Mellado, quien, sorprendido en el campo por una cuadrilla marxista, fue agredido a tiros de escopeta; una vez en el suelo y agonizante le pisotearon hasta causarle la muerte. Al vecino D. Román [sic, Ramón] García, paralítico de unos ochenta años de edad, le sacaron de su domicilio, y después de llevarlo arrastrando por un largo trecho de camino le dispararon varios balazos rematándolo seguidamente a puñaladas. A Don Manuel Álvarez Moriche, considerado por los rojos como propietario adinerado, le exigieron en rescate veinticinco mil pesetas, cantidad que dicho señor entregó inmediatamente, no obstante lo cual, le dieron un balazo en la cabeza y le arrojaron aún vivo a un pozo. De las diligencias practicadas por el médico se deduce que D. Fernando Calvo corrió la misma suerte.

Cuando las turbas rojas huyeron de Burguillos, por haberse acercado a dicho pueblo las fuerzas del Ejército salvador, se llevaron a treinta y dos detenidos cuyos cadáveres aparecieron más tarde en un lugar llamado «El Pontón», término de Jerez de los Caballeros. Del reconocimiento realizado por los médicos se desprende el salvajismo y crueldad que caracteriza a las hordas marxistas, pues estos infelices sufrieron antes de morir los más atroces suplicios, siendo asesinados a escopetazos y pedradas. Tres o cuatro presen­taban señales inequívocas de haber sido quemados vivos. Otros aparecían mutilados por golpes de hacha y armas blancas y la mayoría tenía el cráneo destrozado por pedradas, y rotos los brazos y las piernas. A continuación damos los nombres de estos desgraciados:

Don Eusebio Fernández Salguero Liaño y sus hijos Manuel y Francisco, don José Durán Candileja y sus hijos Juan y Antonio, don Juan Díaz Calvo y su hijo Aurelio, don Luis del Rivero y su hijo Luis, don Juan Fernández Salguero Arillo y su hijo Juan, don Pe­dro Rodríguez, don Leopoldo Herrera Gallego, don Juan Pozón Carretero, don Rafael Requejo Santos, don Antonio Carvajal Hidalgo, don Antonio Cumplido Martínez, don Grego­rio Lozano Calvo, don Santiago Cinta Pérez, don Aurelio Cumplido Bravo, don Fernando Zapata Rodríguez, don Narciso Rodríguez F.Salguero, don José Vázquez Díaz, don José Castilla Fernández, don José Carretero Peláez (estos tres últimos sacerdotes), don Francisco Benítez Domínguez, don Miguel Vargas Salguero, Alférez de la Guardia Civil, de Cumbres Mayores, un cabo del mismo Cuerpo y don Antonio Testal Fernández Salguero.

Mientras permanecieron en la cárcel estos señores, fueron maltratados de palabra y obra, complaciéndose sus verdugos en anunciarles la proximidad de su fin, que recalcaban con simulacro de fusilamiento.El asesinato del Cura Párroco D. José Vázquez Díaz, demuestra la ferocidad de las hordas rojas, ya que este santo varón consagraba su vida a procurar el bien de los habitantes del pueblo, llegando su caridad al limite de ceder íntegramente a los pobres su humilde paga y vivía de las limosnas que para su sustento recibía de las almas piadosas.

Tomado de: Segundo avance del informe oficial sobre los asesinatos, violaciones, incendios y demás depredaciones y violencias cometidos en algunos pueblos del Mediodía de España por las hordas marxistas al servicio del llamado Gobierno de Madrid. Julio, agosto y septiembre MCMXXXVI, Estado Español, [Burgos]? , 1936, pp.