«M. Proudhon ha escrito en sus Confesiones de un revolucionario estas notables palabras: "Es cosa que admira el ver de qué manera en todas nuestras cuestiones políticas tropezamos siempre con la teología". Nada hay aquí que pueda causar sorpresa, sino la sorpresa de M. Proudhon. La teología, por lo mismo que es la ciencia de Dios, es el océano que contiene y abarca todas las ciencias, así como Dios es el océano que contiene y abarca todas las cosas» (Donoso Cortés).

domingo, 29 de marzo de 2009

HALLADOS RESTOS HUMANOS EN UNA DE LAS MÁS GRANDES FOSAS DE 1936




Manos piadosas habían escrito sobre la lápida de granito que cerraba una de las bocas de la mina llamada El Quijote o las Cabezuelas: «Aquí yacen cristianos que dieron sus vidas víctimas de la Guerra de 1936 a 1939». Pero la afirmación no es del todo exacta porque los frentes de combate quedaban a muchos kilómetros del límite entre las provincias de Toledo y Ciudad Real. En el término municipal de Camuñas (Toledo) y en las inmediaciones de Puerto Lápice (Ciudad Real) se ubica el pozo de una mina abandonada al que fueron arrojadas, vivas o muertas, centenares de personas a partir de agosto de 1936.

Aquéllas no eran las víctimas de una Guerra. Fueron inmoladas en una de las más sangrientas persecuciones religiosas que recuerda la historia, persecución que se sitúa en el contexto de un proceso revolucionario iniciado años atrás y del que se había conocido un ensayo en la Revolución de Octubre de 1934 en la que no faltaron escenas similares a las que se repitieron a escala general entre 1936 y 1939.

La ocupación del poder por el Frente Popular a partir de febrero de 1936 (con la manipulación del resultado electoral para asegurarse la mayoría del Parlamento y la destitución del Presidente de la República Alcalá Zamora) hacía evidente que el proceso revolucionario llevaba camino de culminarse con éxito. Cuando el 17 de julio se inicia un Movimiento cívico-militar para poner fin a esta situación, el Gobierno responde una vez más vulnerando la legalidad y entregando armas a las milicias de los partidos y organizaciones sindicales socialistas, anarquistas y comunistas. En los lugares donde no lograron imponerse los sublevados, la revolución iba a triunfar con todas sus consecuencias programadas de antemano, entre ellas, la eliminación de las personas consideradas hostiles. Un diputado comunista lo había anunciado con toda claridad en Badajoz el 18 de mayo después de que desfilaran por la calle de la ciudad miles de milicianos:

«Yo supongo que el corazón de la burguesía de Badajoz no palpitará normalmente desde esta mañana al ver cómo desfilan por las calles con el puño en alto las milicias uniformadas; al ver cómo desfilaban esta mañana millares y millares de jóvenes obreros y campesinos, que son los hombres del futuro Ejército Rojo [...]. Este acto es una demostración de fuerza, es una demostración de energía, es una demostración de disciplina de las masas obreras y campesinas encuadradas en los partidos marxistas, que se preparan para muy pronto terminar con esa gente que todavía sigue en España dominando de forma cruel y explotadora» [Claridad, Madrid, 19-mayo-1936].

Había que “acabar con esa gente”. Y lo ocurrido en la mina de las Cabezuelas no es sino un caso entre muchos. La falta de medios técnicos había impedido recuperar los restos aunque se hicieron tanteos al terminar la guerra y en 1962. Quienes han protagonizado la tarea pueden dar fe de lo dificultoso de la operación: separaban los restos humanos de la boca de la mina 25 toneladas de tierra, de cal, de escombros que han tardado cuatro días en sacarse y que habían sido acumulados por los responsables para borrar las huellas de los crímenes cometidos.

Evidencias documentales
Aunque poco antes de terminar la Guerra se hicieron desaparecer también todas las evidencias documentales que podían arrojar luz sobre lo ocurrido, en 1940 se comenzó la instrucción de la denominada Causa General que tenía por objeto fijar, mediante un proceso informativo encomendado al Ministerio Fiscal, el sentido, alcance y manifestaciones más expresivas de las actividades protagonizadas por los revolucionarios durante la contienda civil. En este fondo documental encontramos datos para reconstruir la tragedia. En su informe, la Alcaldía de Camuñas daba cuenta de la existencia de esta enorme fosa común:

«En este término municipal existe una mina abandonada y a la misma han sido arrojados bastantes cadáveres no sólo de los pueblos colindantes sino -según rumor público- hasta de Madrid. Dicha mina está situada a un kilómetro de la margen derecha de la carretera de Madrid a Cádiz» [Archivo Histórico Nacional, Causa General, Leg.1048(1)].

El Alcalde de Herencia precisaba:
«Al parecer, resulta de todo punto imposible hacer la exhumación de los cadáveres depositados en la citada “Mina de las Cabezuelas”; desconociendo el número de arrojados a la misma, aunque se supone que el número de ellos, excede de los dos mil y como es consiguiente, de varios pueblos de España, especialmente de esta región» [Archivo Histórico Nacional, Causa General, Leg.1029(1)].

Geografía martirial
Suponemos que la investigación que ahora se está realizando ayudará a fijar el número de víctimas que fueron arrojados a la mina pues los testimonios de que disponemos son bastante imprecisos. Se tiene constancia de que allí fueron a parar muchos de los asesinados en los pueblos del entorno tanto de Ciudad Real (Alcázar de San Juan, Herencia, Las Labores, Manzanares…) como de Toledo (Camuñas, Consuegra, Madridejos, Turleque, Villafranca de los Caballeros…) pero los testimonios recogidos coinciden en que también llegaron camiones con cadáveres procedentes de las checas de Madrid. Como dato puede servir el siguiente: de los sesenta y ocho asesinados vecinos de la localidad de Herencia se estima que unos cuarenta fueron arrojados a la Mina. Estamos hablando de decenas de casos identificados, hombres y mujeres con nombres y apellidos, entre ellos varios sacerdotes.

Algunos de los sucesos más dramáticos pudieron recogerse de boca de los familiares y supervivientes:
«Aurelio Rodríguez, un carretero a quien fueron a buscar a su casa y tirotearon en la cama. Su mujer Úbeda Bolaños se agarró a él siendo también herida. A ambos les metieron en un camión y les llevaron a la mina, donde les arrojaron juntos, ella estaba todavía viva. Al cura Tapia le llevaron a la sima. Él bendijo a quienes habían de ser sus verdugos. Después le arrojaron vivo. A Ismael Moreno que no podía levantarse de la cama le cosieron a balazos. Su mujer tuvo que apagar las ropas del lecho que ardían de los tiros. A mi tío Vicente que se subió al tejado porque le acosaban, le acribillaron a tiros y luego le echaron a la mina […] A Jesús Rodríguez y otro grupo les cogieron en sus casas; luego les llevaron a una cueva que había en un monasterio y allí les torturaron hasta hartarse. Después les llevaron a la mina y allí les arrojaron, a unos muertos y a otros vivos. A Victoriano Rodríguez le emparedaron, a Emilio García le mataron en plena calle; a Moisés Beteta le asesinaron en el camino delante de unos niños»
A mediados de septiembre con el pretexto de que un bombardeo nacional había incendiado los depósitos de CAMPSA en Alcázar de San Juan se sacó de la cárcel y de sus domicilios a numerosas personas; entre ellos al sacerdote Luis Castellano, se le llevó hasta la mina donde se negó a blasfemar y fue asesinado. «Ese mismo día cayó en Alcázar un centenar de víctimas, fusiladas en su mayor parte en las tapias del cementerio y arrojadas otras al pozo de la mina de Camuñas» [Historia de la Cruzada, IV, p.546; en la Causa General son unos cincuenta los nombres de vecinos de Alcázar que aparecen como fusilados alrededor de esta fecha].

No es la única
Desgraciadamente, la mina de Puerto Lápice no es la única de las fosas que la revolución dejó a su paso y que siguen intactas: por no hablar de las de Paracuellos del Jarama (Madrid) o de las de centenares de asesinados cuyos restos nunca pudieron ser identificados como ocurrió en las inmediaciones de Quinto, Codo y Belchite (Zaragoza) al ser ocupadas estas localidades por el Ejército Popular, sin salir de la provincia de Ciudad Real otro de los principales lugares de ejecución fue un pozo ubicado en el cementerio de Carrión de Calatrava. Según testimonios obrantes en la Causa General: «En esta población no se pudieron averiguar si se recogió algún cadáver por el motivo de no intervenir juzgado ni persona alguna únicamente se sabe que de noche traían a personas procedentes de la cárcel de Ciudad Real asesinándolos dentro del Cementerio de esta población y echándolos en una noria que existe dentro del cementerio calculándose que habrá en dicha noria más dos zanjas unos seiscientos cadáveres» y en 1943 el Alcalde informaba que no se habían podido llevar a cabo exhumaciones «dado su mal estado y su profundidad» [Archivo Histórico Nacional, Causa General, Leg.1027(2)]. Otro escenario trágico fue la mina Jarosa, en término municipal de Alhambra.

Historia frente a memoria
La aparición de los restos humanos en la mina de las Cabezuelas (auténticas reliquias martiriales) marcará un hito histórico en la resistencia contra el proceso de manipulación de la historia reciente de España a que estamos siendo sometidos en virtud de la ideología de la llamada recuperación de la memoria histórica ratificada ahora con todo el aparato jurídico y con todo tipo de iniciativas pintorescas.
En principio, porque estamos ante el primer caso al que seguirán otros muchos en la medida que haya personas e instituciones dispuestas a respaldar los enormes gastos que suponen estas iniciativas dirigidas a recuperar los cuerpos de las víctimas del terror rojo para las que hay escaso lugar en los proyectos fomentados por la administración. En segundo lugar porque esperamos que estos hechos sean analizados y asumidos a partir de la aplicación de los métodos propios de la investigación histórica, única forma posible de alcanzar un conocimiento científico del pasado y que nadie caiga en la trampa de interpretarlos como una especie de “memoria histórica al revés”. Y, por último, porque nos permiten situar en su verdadera perspectiva la exigencia de responsabilidades penales que ocurrió con posterioridad. Más de uno de los verdugos de las Cabezuelas fueron ejecutados después de ser sometidos a Consejos de Guerra en los que quedó sobradamente acreditada su culpabilidad; sus nombres (¿luchadores por la democracia y la libertad?) figuran en las listas de las “víctimas de la represión franquista” como las que maneja el juez Garzón.
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miércoles, 25 de marzo de 2009

OBISPO ÁLVAREZ DE CASTRO, MÁRTIR DE LA INDEPENDENCIA



La diócesis de Coria-Cáceres está celebrando a lo largo del presente año una serie de actos conmemorativos del Segundo Centenario de la muerte del Obispo Don Juan Álvarez de Castro, prelado nacido en Mohedas de la Jara (Toledo) que hizo su entrada en la entonces llamada diócesis de Coria el 7 de julio de 1790 y que murió asesinado por las tropas francesas en la villa de Hoyos (Cáceres) el 29 de agosto de 1809 a los 85 años de edad. La época del Obispo Álvarez de Castro fue un período de profundos cambios en la que se inicia la persecución a que será sometida la Iglesia española por la ideología que habría de dominar el panorama de todo el siglo XIX y buena parte del XX: el liberalismo.

Sin negar que en el 2 de mayo y en la guerra a que da paso existiera una causa que pudiéramos llamar de independencia nacionalista (en el sentido de afirmación propia frente al dominio extranjero), la de 1808 no fue únicamente una guerra contra el francés sino que se trata de una guerra contra la etapa imperial o bonapartista de la Revolución Francesa, al igual que la de 1793-1795 lo había sido contra la etapa jacobina de dicha Revolución. El bonapartismo significa en la historia de cualquier proceso revolucionario la fase de institucionalización y las guerras napoleónicas no son una simple expansión nacionalista sino la difusión a escala europea de los principios jacobinos. Así se explica que, para la inmensa mayoría de los españoles, la Guerra de la Independencia fuera guerra de religión contra las ideas heterodoxas del siglo XVIII difundidas por las legiones napoleónicas. De ahí también la actividad de la jerarquía eclesiástica y su participación activa en el alzamiento y guerra contra los franceses. En ese contexto se sitúa la actuación del Obispo de Coria para alentar y sostener el esfuerzo bélico protagonizado por sus diocesanos.
Cuando un Ejército francés, con el Mariscal Soult al frente, se apodera de Plasencia y prolongó sus descubiertas hasta el Puerto de Perales, se sabía lo mucho que el Obispo había contribuido al esfuerzo de guerra. A Hoyos, donde vivía retirado, se trasladó un escuadrón el 29 de agosto de 1809: sacaron de la cama al venerable prelado —que, además de su edad, se encontraba muy debilitado y en peligro de muerte— y caído en el suelo le dispararon dos tiros de fusil, no sin antes saquear la casa y causar la muerte a uno de los ancianos que se habían refugiado allí, resultando heridos uno de los familiares y otros cinco ancianos. El historiador Jiménez de Gregorio, que sigue las palabras pronunciadas por el diputado Larrazábal (21 de abril de 1814), nos describe el suceso: le arrebatan primero el pectoral que se pasa la soldadesca de a unos a otros haciendo escarnio de la insignia, le arrancan la ropa de cama que le cubría y arrojándolo al suelo desnudo, boca arriba, le disparan un primer balazo en los testículos y después otro en la boca. Fue enterrado sin solemnidad y con apresuramiento en la Parroquia de Hoyos y no conocemos el lugar en que fueron depositados sus restos.

En los años siguientes al asesinato del Obispo, la diócesis de Coria no es una excepción en las manifestaciones de la persecución a que las ideas revolucionarias y liberales someten a la Iglesia Católica, dándose circunstancias semejantes a las que hubo en las restantes circunscripciones eclesiásticas españolas, entre ellas las desamortizaciones, los intentos de intrusismo o los asesinatos y profanaciones (como los llevados a cabo por las tropas del Empecinado en Cáceres). Por otro lado, la aportación doctrinal de obispos como el propio Álvarez de Castro, Ramón Montero y Manuel Anselmo Nafría (en este caso antes de llegar a la sede Cauriense) puede considerarse de cierto relieve a la hora de configurar el pensamiento contrarrevolucionario español. De todos ellos se podría decir que pusieron por obra lo que años más tarde iba a reivindicar Vázquez de Mella:

«Cuando no se puede gobernar desde el Estado, con el deber, se gobierna desde
fuera, desde la sociedad, con el derecho ¿Y cuando no se puede, porque el poder
no lo reconoce? Se apela a la fuerza de mantener el derecho y para imponerlo. ¿Y
cuando no existe la fuerza? ¿Transigir y ceder? No, no, entonces se va a las
catacumbas y al circo, pero no se cae de rodillas, porqué estén los ídolos en el
capitolio».

Eso hizo el Obispo Álvarez de Castro: sellar con su sangre la fidelidad a su fe; y por eso, dos siglos después de su muerte le podemos seguir considerando un testigo para unos tiempos como los nuestros: STAT CRUX, DUM VOLVITUR ORBIS - El mundo no deja de girar pero la Cruz permanece.

Publicado en:
http://www.diarioya.es/content/obispo-álvarez-de-castro-mártir-de-la-independencia

martes, 24 de marzo de 2009

ÁNGEL DAVID MARTÍN RUBIO: La Iglesia extremeña en la época del Obispo Álvarez de Castro

Texto de la Conferencia en el Aula de Cultura de Caja Extremadura
23-marzo-2009
COMISIÓN DEL II CENTENARIO DE LA MUERTE DEL OBISPO ALVAREZ DE CASTRO - DIÓCESIS DE CORIA-CÁCERES

Muy buenas tardes, Señoras y Señores:

Hago constar mi agradecimiento por las palabras de presentación así como al Sr. Obispo de Coria-Cáceres D. Francisco Cerro Chaves y a la Comisión Diocesana del Centenario del Obispo Álvarez de Castro por la invitación a pronunciar esta conferencia sobre la situación de la Iglesia en Extremadura en el período de transición entre los siglos XVIII y XIX, cronología que coincide con la presencia en la diócesis cauriense del prelado nacido en Mohedas de la Jara (Toledo) enero de 1724. Don Juan Álvarez de Castro hizo su entrada el 7 de julio de 1790 y fue asesinado por las tropas francesas en la villa de Hoyos el 29 de agosto de 1809 a los 85 años de edad.

El tema es lo suficientemente amplio para hacer difícil un estudio en su conjunto; a ello se añade el problema metodológico que supone el complejo mapa eclesiástico extremeño en el siglo XVIII donde ―como sigue ocurriendo en nuestros días con un organigrama mucho menos complejo― no existía ninguna realidad jurídica que abarcase el conjunto de un territorio no excesivamente definido hasta entonces aunque ya comenzaba a perfilarse en la llamada Provincia de Extremadura y, poco más tarde, en la división provincial de Cáceres y Badajoz efectuada por Javier de Burgos y ratificada por Real Decreto de 30 de noviembre de 1833.

Por otro lado, un enunciado tan genérico admite numerosas perspectivas; desde la historia social y la descripción de las formas de vida del clero a la historia de las ideas y tendencias político-religiosas dominantes en la época, pasando por el relato más o menos somero de los episodios que afectaron a la vida eclesiástica del territorio extremeño durante los reinados de Carlos IV, la invasión napoleónica, la restauración fernandina y los primeros pasos del Estado liberal. De hecho son varios los historiadores que se han ocupado de todas esas cuestiones y somos deudores de su tarea: basta citar aquí a Julio Fernández Nieva, Miguel Rodríguez Cancho, Miguel Ángel Melón Jiménez, Santiago Aragón Mateos y tantos otros que sería largo citar.

Pero de todo ese estudio se deduce una conclusión que es la que queremos desarrollar aquí. La época del Obispo Álvarez de Castro fue un período de profundos cambios en la que se inicia el enfrentamiento de la Iglesia española con la ideología que habría de dominar el panorama de todo el siglo XIX y buena parte del XX: el liberalismo.

Como veremos, la diócesis de Coria no es una excepción en las manifestaciones de la persecución a que las ideas revolucionarias y liberales someten a la Iglesia Católica, dándose circunstancias semejantes a las que hubo en las restantes circunscripciones eclesiásticas en Extremadura y en el resto de España (como las desamortizaciones o los intentos de intrusismo) y aspectos específicos como el asesinato del Obispo Álvarez de Castro por los franceses o los asesinatos y profanaciones llevados a cabo por las tropas del Empecinado en el ocaso del Trienio Liberal. Por otro lado, la aportación doctrinal de obispos como el propio Álvarez de Castro, Ramón Montero y Manuel Anselmo Nafría (en este caso antes de llegar a la sede Cauriense) puede considerarse de cierto relieve a la hora de configurar el pensamiento contrarrevolucionario español.
Veamos todo esto con algún detalle, centrando nuestra atención en tres momentos históricos sucesivos:

1.- La Guerra de la Independencia.
2.- El Trienio Liberal
3.- Las desamortizaciones.

I. la Guerra de la Independencia y su contexto histórico (1790-1815)


Sin negar que en el 2 de mayo y en la guerra a que da paso existiera una causa que pudiéramos llamar de independencia nacionalista (en el sentido de afirmación propia frente al dominio extranjero), la de 1808 no fue únicamente una guerra contra el francés sino que se trata de una guerra contra la etapa imperial o bonapartista de la Revolución Francesa, al igual que la de 1793-1795 lo había sido contra la etapa jacobina de dicha Revolución.

El bonapartismo significa en la historia de cualquier proceso revolucionario la fase de institucionalización y las guerras napoleónicas no son una simple expansión nacionalista sino la difusión a escala europea de los principios jacobinos. Como escribía el padre Vélez en 1813:
La misma religión es la que ha armado ahora nuestro brazo para vengar los
insultos que ha sufrido del francés en nuestro suelo. Ella ha reanimado
nuestra debilidad al ver que se trataba de privarnos de sus cultos: ella nos
puso las armas en la mano, para resistir la agresión francesa, que a un
tiempo mismo atacaba el trono y destruía el altar. La religión nos condujo a
sus templos, bendijo nuestras armas, publicó solemnemente la guerra,
santificó a nuestros soldados y nos hizo jurar al pie de las santas aras, a
la presencia de Jesucristo en el Sacramento, y de su Santísima Madre en sus
iglesias, no dejar las armas de las manos hasta destruir del todo los planes
de la filosofía de la Francia y de Napoleón contra el trono de nuestros
reyes y contra la fe de nuestra religión[1]
Toda la España se llegó a persuadir, que dominando la Francia perdíamos nuestra fe. Desde el principio se llamó a esta guerra, guerra de religión: los mismos sacerdotes tomaron las espadas, y aun los obispos se llegaron a poner al frente de las tropas para animarlos a pelear[2].

Así se explica que, para la inmensa mayoría de los españoles, la Guerra de la Independencia fuera guerra de religión contra las ideas heterodoxas del siglo XVIII difundidas por las legiones napoleónicas. De ahí también la actividad de la jerarquía eclesiástica y su participación activa en el alzamiento y guerra contra los franceses.

En ese contexto se sitúa la actuación del Obispo de Coria para alentar y sostener el esfuerzo bélico protagonizado por sus diocesanos. Su actividad quedará truncada en apenas un año pues la venganza francesa se cruza en su camino poniendo fin a lo que no era sino brillante culminación de una trayectoria coherente que se había iniciado poco después de su llegada al Obispado de Coria. Cuando estalla la guerra contra los revolucionarios como consecuencia del asesinato del rey de Francia Luis XVI (21-enero-1793) ya escribe una Circular a sus diocesanos para que ayuden a nuestro Ejército. Con motivo de la sangrienta persecución desencadenada más allá de los Pirineos, vinieron a España numerosos sacerdotes y seminaristas refugiados. A Cáceres llegaron catorce que estuvieron alojados en el Convento de San Francisco y algunos quisieron ser ordenados pero no pudieron serlo por resultar imposible obtener la autorización de sus respectivos prelados.

Iniciado el alzamiento de mayo de 1808 contra los franceses, invita al Cabildo a contribuir con sus caudales al sostenimiento de las tropas y, atendidas las obligaciones de la Mitra, aplica las restantes rentas a los gastos de la campaña; ordena rogativas por el triunfo de las armas españolas (14-junio-1808)[3]; el 23 de junio exhorta al alistamiento que la Junta Suprema de Gobierno de la Provincia estaba emprendiendo. Para ello se habría de verificar un juramento de todos los fieles en sus Parroquias ante el Señor Sacramentado expuesto; en primer lugar debían prestarlo los eclesiásticos quienes explicarían después al pueblo, congregado en un día fijado por mutuo acuerdo entre los curas y las juntas respectivas, las obligaciones contenidas en la fórmula empleada:
Juramos, prometemos a ese Divino Señor Sacramentado guardar la más perfecta
unión y respeto y veneración a la Justicia, olvidar para siempre de todo corazón
los sentimientos particulares, defender nuestra Santa Religión, a nuestro amado
Soberano y Señor don Fernando VII y las propiedades, hasta derramar las últimas
gotas de nuestra sangre[4].
La repercusión de estas pastorales y circulares del Obispo en la Diócesis y fuera de ella era grande. Extremadura se levantó en armas y sus sierras se hicieron impenetrables para los ejércitos napoleónicos durante mucho tiempo. El Prelado promete, en nombre de Dios, la bienaventuranza eterna a los que mueren por la Patria; da todo cuanto tiene; sus iglesias se empobrecen; entrega las joyas que se funden y sus graneros se abren...[5]

Cuando un Ejército francés, con el Mariscal Soult al frente, se apodera de Plasencia y prolongó sus descubiertas has el Puerto de Perales, se sabía lo mucho que el Obispo había contribuido al esfuerzo de guerra. Hasta Hoyos, donde vivía retirado, se trasladó un escuadrón el 29 de agosto de 1809: sacaron de la cama al venerable prelado —que, además de su edad, se encontraba muy debilitado y en peligro de muerte— y caído en el suelo le dispararon dos tiros de fusil, no sin antes saquear la casa y causar la muerte a uno de los ancianos que se habían refugiado allí, resultando heridos uno de los familiares y otros cinco ancianos. Jiménez de Gregorio, que sigue las palabras que Larrazábal, diputado en las Cortes gaditanas por la ciudad de Guatemala, pronunció en las ya instaladas en Madrid el 21 de abril de 1814 en alabanza del prelado, nos describe el suceso: le arrebatan primero el pectoral que se pasa la soldadesca de a unos a otros haciendo escarnio de la insignia, le arrancan la ropa de cama que le cubría y arrojándolo al suelo desnudo, boca arriba, le disparan un primer balazo en los testículos y después otro en la boca[6]. Fue enterrado sin solemnidad y con apresuramiento en la Parroquia de Hoyos y no conocemos el lugar en que fueron depositados sus restos.
Saqueada la Catedral y en medio de grandes dificultades, continuó el Cabildo ayudando con fuertes cantidades a los ejércitos nacionales y el 31 de diciembre ofrece el Seminario para convertirlo en Hospital de Sangre. Al mismo tiempo tenían que sufrir los impuestos forzosos que les exigían los franceses. Entre los que más se distinguieron en la resistencia y en su apoyo al Prelado en tan difíciles circunstancias merece citarse al Tesorero de la Catedral don Mateo Fernández Jara nombrado Vocal de la Junta Suprema de Badajoz.

II. Las primeras luchas con el liberalismo y el trienio liberal (1815-1824)


A pesar de su breve episcopado, don Blas Jacobo Beltrán (1815-1821) tuvo una vida ejemplar y laboriosa, aplicada a su Ministerio y al socorro de los pobres como demuestra la reedificación con fondos por él sufragados del Hospital de San Nicolás de Bari en Coria, destruido por los franceses en la Guerra de la Independencia. Ya se había distinguido por su oposición a las ideas liberales en las Cortes Extraordinarias de las que fue diputado, ahora ―iniciado el Trienio Liberal― solicita facultades para encargarse de los regulares como exigía el Gobierno, fue procesado por juzgar delito la libertad de imprenta y la lectura de libros prohibidos y envía una carta de adhesión a Arias Teijeiro por su representación a las Cortes en defensa de los derechos de la Iglesia atropellados por la nueva situación política (11-noviembre-1820). Ya fallecido (28-abril-1821), llegó la orden de destierro.

Al quedar vacante la Diócesis, la situación se prolongó hasta 1824 ya que el Gobierno presentó al Magistral de Segovia don Santiago Sedeño Pastor —quien se había declarado partidario del régimen constitucional con ocasión de la sublevación de Riego— pero éste no recibió la aceptación por parte de Roma[7]. Por su parte, el Cabildo nombró Vicario Capitular, Sede Vacante, al ya citado don Mateo Fernández Jara, pretendiendo el Gobierno anular la elección por haber recaído en persona opuesta a las doctrinas liberales, pero el Cabildo lo mantuvo en su puesto hasta la designación del nuevo Obispo[8].

El investigador Alfonso Artero ha puesto de relieve la oposición existente en la ciudad de Cáceres a las ideas liberales[9], ya en mayo de 1814 el pueblo congregado ante el Ayuntamiento exigió a los regidores que los dos ejemplares de la Constitución que allí se guardaban se quemasen en la Plaza Mayor por mano del verdugo, como así se hizo, añadiéndose el ejemplar que se custodiaba en la Audiencia. En enero de 1821, aparecieron pasquines animando al vecindario a la rebelión, hecho que se repitió en el mes de octubre y que en diciembre obligó al despliegue de tropas. Poco a poco se hace efectiva la resistencia y en toda la región actúan partidas realistas. La capital cambiará de manos varias veces hasta que en octubre de 1823, ya en la agonía del régimen, las tropas constitucionales al mando del Empecinado se presentan a las puertas de la ciudad.

Ante tan críticas circunstancias el Ayuntamiento reunió al vecindario en asamblea popular para discutir la postura que debía adoptarse. La opinión mayoritaria fue la de resistir como fuera, pese a la escasez de medios para hacerlo: barricadas en las entradas, parapetos, enseres domésticos, carros, colchones, piedras... se instaló un hospital en la Enfermería de San Antonio y se formó en el Ayuntamiento una Junta de Seguridad permanente; se colocaron vigías en las torres de las iglesias y conventos para alertar a la población, mediante toques de campanas, de la aparición de las tropas liberales. Después de varios intentos y fracasadas negociaciones las tropas del Empecinado siguiendo las instrucciones del exgobernador de Cáceres, Landero, pusieron el pie en el interior de la ciudad y se apoderaron de ella venciendo las últimas resistencias hacia las cuatro de la tarde del 17 de octubre de 1823. Cuando al día siguiente se recogieron los cadáveres, además de los fusilados en la Plaza, se pudieron comprobar las brutalidades llevadas a cabo por los liberales:
En dos carros recogieron hasta treinta y seis cadáveres. Tres de ellos
pertenecían a defensores de la villa muertos en sus puestos de combate; el
resto a personas asesinadas en sus casas o en las calles, muchos de ellos
con auténtico sadismo. En las afueras de la calle de Moros encontraron a un
hombre abierto en canal, como un cerdo, con los órganos genitales cortados e
introducidos en la boca; en la plazuela de San Blas a otro cadáver cubierto
con paja y parcialmente quemado; en el Barrio de Luna los cadáveres de cinco
vecinos que, después de ser acuchillados por los soldados, fueron fusilados
por la espalda, y en la calle Valdés encontraron muerta a una niña de cinco
meses con el vientre atravesado de un balazo, que mató también a su madre
que la llevaba en brazos. Las calles en que fue mayor la mortandad fueron
las de Moros, Barrionuevo y la plazuela de San Blas. Los libros de difuntos
de las parroquias cacereñas que más defunciones registran en aquellas fechas
son los de Santiago, con 15 defunciones, y San Juan con 11[10].
Restituidas las autoridades realistas a los pocos días, se hicieron averiguaciones de los daños causados y los muertos que hubo. Del proceso, resultó que habían muerto 36 personas; cuatro vecinos quedaron inútiles para todo trabajo por las heridas recibidas; 35 más fueron heridos, tardando más o menos tiempo en curar; 76 edificios fueron incendiados y saqueadas unas 500 casas. Los daños ocasionados por los incendios se valoraron en 260.465 reales de vellón y el valor de los bienes robados por los asaltantes ascendió a 1.348.636. Entre los edificios dañados, el convento de San Francisco sufrió el incendio de veinticinco celdas además de los sacrilegios y otros daños en el recinto sagrado en castigo por usar el derecho de asilo con algunos realistas.

Fernando VII recomendó benignidad al Tribunal «ya que el principal responsable del ataque a Cáceres (El Empecinado) había purgado su merecido». Efectivamente, en el proceso a que fue sometido y como resultas del cual fue ejecutado, entre otros muchos cargos, se le imputaron al Empecinado los estragos causados en Cáceres.

III. exclaustraciones y desamortización (1833-1868)


Don Ramón Montero (1830-1847), fue uno de los veintiún obispos convocados en la sesión del Consejo de ministros del 21 de abril de 1833 para asistir a la jura de la infanta Isabel como heredera por lo que su posterior enfrentamiento con los gobiernos liberales no puede atribuirse a la cuestión dinástica sino a la política persecutoria de los mismos en relación con la Iglesia. Se distinguió por sus artículos en defensa de los derechos de la Iglesia y denunciando las injerencias del Gobierno publicados en La Voz de la Religión. Más tarde, nombrado Senador del Reino en el período moderado, pronunció en la Cámara notables discursos haciendo pública una vez más su oposición a la política religiosa de los liberales.
Este obispo trató en numerosos escritos sobre la situación religiosa española,
sobre las malas costumbres, sociedades bíblicas, libros y espectáculos
inmorales. Exhortó frecuentemente a sus sacerdotes al cumplimiento de los
deberes pastorales y protestó contra las novedades eclesiásticas y contra la
propaganda protestante[11]
Con ocasión de la revolución que expulsa a María Cristina y coloca en el poder a Espartero, la Junta de Cáceres le destierra y confina. Estuvo el obispo encarcelado algún tiempo en Badajoz y volvió a ser perseguido de nuevo en 1843. Designado para el Arzobispado de Valladolid, falleció el 30 de marzo de 1848 sin haberse incorporado a su nueva sede. Tanto él como sus sucesores van a tener que hacer frente a las dificultades derivadas de los procesos de desamortización y exclaustración. Procesos cuyas consecuencias en la vida eclesiástica abordamos con brevedad a continuación.

Pese a las vicisitudes atravesadas por el Clero Regular desde comienzos del siglo XIX que, sobre todo en la época del Trienio Liberal (1820-1823), habían supuesto una importante merma de sus patrimonios y las primeras disposiciones de exclaustración, será la Ley de desamortización de Mendizábal (febrero-1836) la que tenga unas consecuencias más negativas para su propia supervivencia. Entre las numerosas casas conventuales afectadas en la Diócesis de Coria podemos citar el Conventual de San Benito y los de Religiosas de Sancti Spíritus y Los Remedios en Alcántara, el convento de Religiosas de Jesús junto a los de San Pablo y Santa Clara en Cáceres y las religiosas de la Madre de Dios en Coria. No menos perjudicado iba a resultar el Clero Secular y todas las instituciones a él vinculadas: Fábricas Parroquiales, Curatos y Beneficios curados, Cofradías, Capellanías, Obras Pías, Memorias, Disposiciones, Vínculos... La Catedral, el Cabildo, la Mitra, el Seminario, las parroquias, las cofradías... se iban a ver despojadas de un ingente patrimonio procedente de la donación de particulares, en su mayoría pequeñas parcelas de tierras y huertos así como algunas dehesas que permitían el desenvolvimiento de todas estas instituciones.

Entre el amplio elenco de los afectados, la Ley general de desamortización promovida por Madoz (mayo-1855) preveía también la venta en pública subasta de los bienes amortizados por los centros de beneficencia. De este modo los Hospitales, Hospicios, Casas-cuna, Casas de reclusión y expósitos y otros centros sufrieron en apenas unos años la pérdida de sus patrimonios y de sus tradicionales fuentes de rentas haciendo imposible su continuidad por la incapacidad de hacer frente a los gastos. Igualmente dañados resultarían los soportes materiales de los escasos centros dedicados a la enseñanza[12].

Por último, también el territorio cauriense se iba a ver afectado por la desamortización de los bienes rústicos procedentes de las Órdenes Militares pues en el distrito de este Obispado estaba enclavado el Priorato de Alcántara, perteneciente a la Orden Militar del mismo título con dos Arciprestazgos (Alcántara y Valencia de Alcántara) y numerosas Parroquias. Había otros pueblos (agregados al arciprestazgo de Coria) que, aunque pertenecían a las órdenes militares, dependían de la jurisdicción ordinaria del obispo, no diferenciándose de los demás de la Diócesis sino en la provisión de curato que se hacía por el Rey, previa oposición ante el tribunal especial[13]. En lugares como Alcántara, Brozas, Zarza la Mayor, Moraleja, San Martín de Trevejo, Membrío y Herrera de Alcántara se vendió un número muy elevado de hectáreas hasta entonces vinculadas a los Maestrazgos y Encomiendas.

Resulta sintomático que quienes se han ocupado de la desamortización desde el punto de vista historiográfico hayan puesto el acento en las consecuencias que tuvo desde el punto de vista del régimen de la propiedad de la tierra, superficies explotadas y evolución del sistema de cultivos. Pero habría que añadir el impacto que produjo al hacer imposible la supervivencia de numerosas instituciones privadas arbitrariamente por el Estado liberal de sus propiedades, la pérdida de innumerables obras de arte tanto arquitectónicas como imágenes y pinturas y cómo la lentitud del Estado para hacerse cargo del vacío provocado en la labor asistencial y de beneficencia iba a ser una de las razones del deterioro de la cuestión social que caracteriza a estos años. Algo parecido se podría decir ante las dificultades que supone para la Iglesia adaptar sus formas y estructuras pastorales a la nueva situación. Sin duda estamos ante una de las raíces históricas del proceso de descristianización que se acentúa en las décadas siguientes favorecido por las condiciones del trabajo agrícola, el bajo nivel de vida y la escasa formación religiosa.

IV. Conclusiones


Podemos ir terminando con una visión de conjunto acerca de la interpretación que se puede hacer de este enfrentamiento entre la Iglesia y el naciente Estado liberal.
Privada por la fuerza de las propiedades y rentas que
disfrutaba en régimen de paralelismo con la nobleza, perseguida por razón de
opiniones, exclaustrados, suspendidos o desterrados muchos de sus miembros,
invadidas sus instituciones y jurisdicción interior por el poder del Estado,
censurados sus escritos y asesinados un buen número de religiosos, hubo de
sufrir afrentas como no se recordaban en siglos y vivir uno de los momentos más
dolorosos de su historia en España […] nuestros liberales, y especialmente los
autoproclamados progresistas, emplearon con la Iglesia procedimientos que ellos
mismos hubiesen considerado antiliberales y atentatorios contra los más
elementales derechos
[14].
La injerencia del Estado liberal en los asuntos eclesiásticos tenía una raíz muy propia del Antiguo Régimen: el regalismo que, en esto, no se esforzaron en superar si no en heredarlo y aumentarlo. No faltó un proyecto de ley (el cisma de Alonso) que pretendía la creación de una especie de Iglesia nacional de inspiración protestante. Y esta es la clave de explicación, no se persigue a la Iglesia ni por igualitarismo social cercenar privilegios— ni por su apoyo —tan matizado— al carlismo. Por otro lado, basta seguir el encadenamiento de los hechos, para comprobar que las medidas antieclesiásticas por parte del Estado son anteriores a las declaraciones de los eclesiásticos: es decir, que la Iglesia protesta porque se sabe atacada, no al revés.

Los liberales sabían que no podían consolidar su dominio sobre una sociedad que en buena medida les rechazaba si no suprimía o encauzaba en una dirección favorable el influjo moral que la Iglesia ejercía sobre esa misma sociedad y en la que promovía una serie de principios y comportamientos incompatibles con el liberalismo. De conseguirlo, habría sido neutralizada la única potestad radicalmente independiente del Estado.

Por el contrario, en el lado de las resistencias a la implantación por la fuerza del Estado liberal encontramos una mentalidad común: la defensa de la verdadera libertad.
Desde nuestro punto de vista, si entre los defensores de don
Carlos encontramos miembros de tan diferentes sectores sociales, si durante
siete años se logra mantener, y con buen éxito, una guerra que vista la
situación de partida en 1833 parecía imposible que durara más de un par de
semanas, es porque los legitimistas combatían por uno de los primeros y
fundamentales derechos del hombre, el derecho a continuar siendo él mismo, a no
tener que cambiar, si no lo desea, su forma de vida y pensamiento. Por ello, la
presentación del carlismo como una lucha en defensa de la libertad, es una
constante de la propaganda legitimista[15].
A la vista de todo lo expuesto podemos concluir:

a) El arraigo en el pasado del secular conflicto Iglesia-Estado que atraviesa la historia contemporánea española y que no es algo coyuntural o resultado de problemas más o menos intrascendentes (por ejemplo, una simple querella dinástica). la íntima relación religión-sociedad no es algo impuesto artificialmente sino hondamente radicado en la entraña de cualquier comunidad el intento de provocar la ruptura, de desarraigar lo religioso será siempre un fenómeno conflictivo en todos los lugares donde la revolución moderna pretenda aplicar sus criterios y necesariamente desestabilizador y traumático en aquellas ocasiones en que logre alcanzar su objetivo. La historia española ha estado atravesada en los siglos XIX y XX por esta importante fuente de inestabilidad y desequilibrio.

b) La incapacidad del liberalismo español para articular un proceso de modernización económica y participación política se remonta a sus propios orígenes que dan paso a un modelo basado en los propios intereses y no en las reivindicaciones más auténticas de la nación. Las tantas veces repetida libertad e igualdad, ausente como en pocos sistemas políticos de la España del siglo XIX y comienzos del XX, apenas hace necesario recurrir a la crítica filosófico-teórica para la demolición polémica del liberalismo español.

c) La estrecha relación entre ortodoxia política y religiosa y la imposibilidad práctica de perseverar en la segunda cuando no se es consecuente con la primera. Entendemos por “heterodoxia política” la de todos aquellos que de hecho han negado la dimensión teológica en el plano político, la de aquellos que practicando políticamente un criterio puramente mecanicista se niegan a reconocer las exigencias éticas del obrar político, consideran la religión como asunto válido para los actos de significación personal e inválido para los de dimensión social.

d) La existencia ―aunque todavía minoritaria― de un episcopado y un clero afrancesado y colaboracionista e incluso los torpes intentos de reconciliar al liberalismo con la Iglesia puestos en práctica más tarde, ponen de relieve la licitud y necesidad de una resistencia en el terreno cultural y político fundamentada religiosamente a pesar de la oposición de algunos eclesiásticos, por muy arriba que éstos se sitúen. Por eso recordamos, para terminar, las palabras de Vázquez de Mella:
Cuando no se puede gobernar desde el Estado, con el deber, se gobierna desde
fuera, desde la sociedad, con el derecho ¿Y cuando no se puede, porque el poder
no lo reconoce? Se apela a la fuerza de mantener el derecho y para imponerlo. ¿Y
cuando no existe la fuerza? ¿Transigir y ceder? No, no, entonces se va a las
catacumbas y al circo, pero no se cae de rodillas, porqué estén los ídolos en el
capitolio.
Eso hizo el Obispo Álvarez de Castro: sellar con su sangre la fidelidad a su fe; y por eso, dos siglos después de su muerte le podemos seguir considerando un testigo en unos tiempos sometido a cambios: STAT CRUX, DUM VOLVITUR ORBIS - El mundo no deja de girar pero la Cruz permanece.


NOTAS

[1] FRAY RAFAEL DE VÉLEZ, Preservativo contra la irreligión o contra los planes de la falsa filosofía contra la Religión y el Estado, reimpr. en México, 1813, pág.100, en http://www.books.google.es (2008).
[2] Ibid. pág.110.
[3] Cfr. Ortí Belmonte, Miguel Ángel, Episcopologio Cauriense, Cáceres: Diputación Provincial de Cáceres-Servicios Culturales, 1959, p. 200.
[4] Cit.por Ortí Belmonte, Miguel, ob.cit., p. 157.
[5] Cfr. Circular ordenando se entreguen por vía de préstamo a la Junta Superior de Gobierno de la Provincia los caudales de Cofradías, etc. (15-junio-1808); Circular exhortando al alistamiento para la guerra (23-junio-1808); Pastoral (30-junio-1808); Circular en que se ordena se den gracias a Dios por la victoria de Bailén; Circular ordenando se hagan rogativas por la felicidad de nuestras armas y las demás necesidades de la monarquía (23-noviembre-1808) y Circular dando cuenta de la constitución de la Junta Central Suprema Gubernativa (8-diciembre-1808), en Ortí Belmonte, Miguel, ob.cit., p. 201-210.
[6] JIMÉNEZ DE GREGORIO, Fernando, «Martirio y asesinato por los franceses del obispo de Coria Dr. Álvarez de Castro», Toletum, 33 (1996) 125.
[7] Cfr. DUFOUR, Gérard, «Del catolicismo liberal al liberalismo exaltado: el canónigo D. Santiago Sedeño y Pastor», Trienio 1 (1983) 3-26.
[8] Partidario de don Carlos, intentó huir a Portugal a la muerte de Fernando VII pero fue detenido, procesado y condenado a ocho años de prisión en un Castillo de Filipinas. Murió en Manila en 1837.
[9] Cfr. ARTERO HURTADO, Alfonso, «El Empecinado en Cáceres», en http://www.camaracaceres.es/actividades/publicaciones/libros/completos/61/contenidos/artero.htm (2009).
[10] ARTERO HURTADO, Alfonso, ob.cit.
[11] MARTÍ GILABERT, Francisco, Iglesia y Estado en el reinado de Isabel II, Pamplona: Eunate, 1996, p. 119
[12] Cfr. García Pérez, Juan, Las desamortizaciones eclesiástica y civil en la Provincia de Cáceres (1836-1870), Cáceres: Institución Cultural el Brocense-Diputación Provincial de Cáceres, 1994, pp. 96-109.
[13] Cfr. MADOZ, Pascual, Diccionario Histórico-Geográfico de Extremadura. II, Cáceres: Publicaciones del Departamento de Seminarios de la Jefatura Provincial del Movimiento, 1955, p. 276. Esta edición reproduce la parte referente a Extremadura del texto original elaborado y publicado a mediados del siglo XIX.
[14] COMELLAS, José Luis, «Los liberales españoles contra la Iglesia», Razón Española, 80 (1996) 334.
[15] BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, «Revolución y contrarrevolución en España y América (1808-1840)», en Javier PAREDES (coord.), España, siglo XIX, Madrid: Actas, 1996, p. 103.

viernes, 20 de marzo de 2009

IMPORTANTE CONFERENCIA AUDIO-VISUAL SOBRE LA GUERRA CIVIL EN BADAJOZ


Jueves, 2 de abril
Real Sociedad Económica Extremeña Amigos del País, c/San Juan nº 6 - BADAJOZ
20´15 horas,

Conferencia de Fernando de la Iglesia y Francisco Pilo Ortiz

Nos informan los conferenciantes:

Lógicamente, también expondremos algunas fotografías de personas muertas en
diversos lugares de Badajoz, todas ellas muy impactantes, entre las que cabe
destacar una tomada en el patio del Cuartel de la Bomba que Mario Neves describe
de este modo: “En el patio, cerca de las caballerizas, todavía se ven muchos
cadáveres: la inflexible justicia militar…Entre ellos, envuelto aún en la misma
sábana blanca en la que vino desde la cama del hospital, me muestran el del
alférez Benito Méndez”.Es decir que la escena que verán es la misma que Mario
Neves vio y describió.
Y, finalmente, mostraremos una fotografía que habla
por sí sola: Una imagen de la plaza de toros de Badajoz tomada el día 15 de
agosto.Evidentemente esa fotografía debería hacer que los revisionistas y
autores de ciencia ficción que han escrito infinidad de barbaridades sobre
fusilamientos en masa y la sangre alcanzando un palmo de altura, se planteen lo
que han llegado a decir y las falsedades que han potenciado en torno a lo que
ocurrió en la plaza de toros.
Estas fotografías, así como otros muchos
documentos, que en su día verán la luz, hemos podido conseguirlas tras un gran
esfuerzo, tanto económico como de tiempo, buscando en diversos archivos y, desde
luego, sin la inestimable ayuda de Moisés Domínguez Núñez, que nos enseñó el
camino y nos guió por sus intrincados laberintos, todos nuestros esfuerzos
hubieran sido vanos.
Desde aquí doy las gracias a Moisés y lamento que,
debido a la distancia y sus ocupaciones, no pueda estar con nosotros ese día
Más información en:
http://franciscopilo.blogspot.com/

miércoles, 18 de marzo de 2009

CRISIS DE IDENTIDAD



En muchas diócesis se celebra alrededor de la fiesta de San José (19 de marzo) el Día del Seminario, con el objetivo ―en palabras de la nota de prensa de la Oficina de Información de la CEE― de «suscitar vocaciones sacerdotales mediante la sensibilización, dirigida a toda la sociedad, y en particular a las comunidades cristianas». En las Diócesis españolas se comenzó a celebrar esta Jornada en fechas distintas, pero pronto se fueron orientando hacia el día de San José. En ello influyó de modo decisivo el acuerdo que se adoptó en la Semana "Pro Seminario" que tuvo lugar en Toledo organizada por la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos (1935). Allí se aprobó esta fecha como más conveniente apoyándose en el patronato de este Santo Patriarca sobre toda la Iglesia Universal y en que él fue el padre adoptivo del primer sacerdote Cristo Jesús, de cuyo sacerdocio único y eterno participan los sacerdotes de la Nueva Ley. Como este día ya no es fiesta civil en muchos lugares de España, desde hace un par de décadas la Jornada del Seminario se celebra el 19 de marzo y también en el domingo más próximo. Con todo, la Iglesia ha conservado para la festividad de San José el carácter del día de precepto.

Actualmente, hay en España 1.237 seminaristas. En los últimos años, en términos absolutos se ha producido un descenso, tendencia que con fluctuaciones parece imponerse como dominante al igual que la lógica disminución del número de sacerdotes, mermado por las defunciones, secularizaciones y ausencia de relevo. Si en muchas diócesis ya hay serias dificultades para cubrir la atención pastoral de las Parroquias existentes, de mantenerse las previsiones, en unos años será aún más difícil. Pero tal vez haya algo más dramático que la disminución del número.

Hace unos días se presentaba en Polonia el resultado de un estudio llevado a cabo entre cerca de 823 sacerdotes por Józef Baniak, profesor en la Universidad de Poznan e investigador especializado en sociología de la religión. Exponiendo sus conclusiones, declaró que más de la mitad de los sacerdotes interrogados sufría desde largo tiempo una crisis profunda en su identidad pastoral. No es necesario señalar aquí en qué terrenos (obvios, por otra parte) se manifiesta dicha crisis de identidad y cuáles son las reivindicaciones de los clérigos polacos. Este estudio ha sido hecho público después del anuncio de una baja del 36% de las entradas en los seminarios de Polonia desde el 2004 y ha provocado una reacción de negativa de medios eclesiásticos oficiales: «Todo lo que puedo decir, es que a menudo se recurre a generalidades en este estudio, y que es difícil de estar de acuerdo con las interpretaciones y las conclusiones presentadas», declaró Mons. Wojciech Polak, presidente del Consejo de las Vocaciones.
Sin embargo, con independencia de interpretaciones y porcentajes, hay que reconocer que detrás de la merma de vocaciones se encuentra una pérdida de la propia identidad sacerdotal. Pocos la han descrito en términos más fácilmente comprensibles que Rafael Gambra:
«Pero llegó el post-concilio y con él, el "nuevo cura". Ya todo terminó. El sabe
más que veinte siglos de catolicidad. En su inmenso portafolios lleva un
nuevo culto, casi una nueva religión, que aprendió de maestros holandeses. Y
un inmenso desprecio por la fe de aquel lugar.
Ya no vestirá sotana, vestirá
como cualquiera, y con torpe desenvoltura tratará de hablar y de
reír como los demás. Con él viene "la Iglesia de los pobres", pero él será
el primer párroco con coche ("instrumento de trabajo" para no estar nunca en
el pueblo). Para reconocer en él al cura es preciso apelar a nociones
abstractas, porque lo que se ve es la antítesis, su negación misma.

¡Qué afrenta a la fe, qué desprecio al pueblo fiel! Ya no hay unción ni
respeto, ni devoción, ni fervor.
Solo ruidos, innovación, petulancia e
impiedad. Ya los niños no acuden al paso
del sacerdote. ¿A qué fin? Todo cuanto ha existido debe ser cambiado por
"preconciliar". Ya no suenan las campanas del Angelus, ni el pueblo se reúne en
la Misa Mayor. Fiestas y procesiones han sido alteradas o suprimidas sin el
menor respeto; incluso el santoral ha cambiado. El culto divino se ha extenuado
hasta su extremo. Ya no existe el latín, ni el gregoriano de la liturgia
católica; toda la polifonía clásica ha sido estirada. Salmos con ritmo
protestante y ritmos irreverentes han ocupado su lugar. Y la estridencia, la
improvisación constante, el mal gusto. Altavoces por todas partes con su
resonancia metálica, altavoces de feria en el templo, hasta en los entierros.
(Sordo debe ser su Dios, o no los quiere escuchar). El silencio, el
recogimiento, la oración personal, no tienen ya cabida en el templo.

Y como substancia
de toda esta siniestra algarabía, la prédica "social" ¡Que todos
la escuchen callados, y que nadie se arrodille al comulgar...! Violencia a las
almas, violencia a las conciencias y a la sensibilidad... todo en nombre de la
libertad y del "hombre moderno"».
Ignoro lo que ocurrirá en los próximos años. Ni siquiera sé cuándo saldremos de esta crisis, aunque para ello volvemos los ojos a San José. ¿Quién enderezará ya todo esto, quién sembrara de nuevo la fe? Apresura el remedio, Señor, y danos paciencia y fortaleza mientras llega ese día.

sábado, 14 de marzo de 2009

El Diario Digital "ARAGÓN LIBERTAD" cita nuestro Blog



En su comentario a la noticia:

EL GOBIERNO DE ARAGÓN CEDE TEMPORALMENTE LA EXPOSICIÓN "LA BRIGADA LINCOLN" PARA UN PROYECTO DE AMARGA MEMORIA EN OLORON

Nota complementaria de la Redacción sobre el mencionado proyecto de "Amarga Memoria":

En efecto, existen testimonios históricos -algunos recogidos por el historiador Angel David Martín Rubio (Cáceres) especializado en la Guerra Civil en el frente de Aragón en agosto/septiembre de 1937, y su represión posterior
http://desdemicampanario.blogspot.com/ , consultado por ARAGÓN LIBERAL-, de que en Quinto las Brigadas Internacionales participaron en la represión como consta en la carta que a continuación se recoge y que es un impresionante testimonio de un miembro de la Brigada Abraham Lincoln. También el historiador Rob Stradling ha estudiado la represión llevada a cabo por los brigadistas de la XV en la Batalla de Brunete.

Según fuentes consultadas por el mismo historiador, una última consecuencia del fracaso en Belchite de la ofensiva para alcanzar Zaragoza, fue el recrudecimiento del control comunista. El castigo sufrido por los brigadistas internacionales fue tan enorme y la cantidad de bajas tal, que, por primera vez, se negaron a batirse. Hubo voluntarios que, rota toda esperanza, intentaron regresar a sus respectivos países pero carecían de documentación porque Moscú les había privado de pasaportes. Togliatti crea apresuradamente, para atajar el mal de la desmoralización, unidades disciplinarias y campamentos de "reeducación". Comenzaron a llegar multitud de policías escogidos, miembros de la policía secreta. Con la NKVD, la policía soviética, llegaron también técnicos de fortificación rusos que, en gran parte, fueron encaminados a Belchite.

Añadimos un dato interesante que caracteriza la actuación de las Brigadas Internacionales: el 5 de septiembre de la XV Brigada Internacional tuvo que ser retirada del asedio a Belchite dado su escaso rendimiento. En el parte Sánchez Plaza dirá: "Ordeno a puesto de mando general "Walter" retire la 15 Brigada pues ésta no llegó a entrar en línea, dedicándose al saqueo". [cit.por Martínez Bande, p.149]

jueves, 12 de marzo de 2009

CONFESIÓN DE UN ANTIGUO COMBATIENTE DE LAS BRIGADAS INTERNACIONALES



FIGURÓ EN EL PIQUETE DE EJECUCIÓN DE UN GRUPO DE VOLUNTARIOS CATALANES EN QUINTO (Zaragoza) Y HOY PROCLAMA LA GRANDEZA DE LA FE POR LA QUE MURIERON AQUÉLLOS

La historia de las conversiones es tan larga como la historia de la Iglesia. Desde Saulo, trocado en el Paulo convertidor de naciones, pasando por Agustín, transformado de sofista en teólogo y de pecador en santo, nuestro tiempo ha sido pródigo en suscitar casos impresionantes de conversiones. Chesterton y Charles de Foucauld, Claudel y García Morente, con todo un abanico de variedad polícroma y universal de hombres y mujeres, venidos de todas las ideologías, situaciones y contextos morales y ambientales ilustran la eterna eficacia de la Gracia que cala con la más palpitante lanzada e íntima decisión.

Nos llega una carta de un antiguo combatiente de las Brigadas Internacionales. Luchó en el Batallón Lincoln, conociendo toda la carga de muerte y tragedia de nuestro drama bélico, vivido desde sus trincheras. Figuró en el piquete de ejecución de unos voluntarios catalanes, en tierras de Aragón. Hoy, después de un periplo espiritual, incomprensible a los ojos humanos, pero lleno de lógica divina, es un fervoroso católico. Ha aprovechado la presencia de un misionero claretiano para escribirle una carta, densa de contenido humano y pureza cristiana, que nos recuerda las más patéticas y calientes efusiones del Señor de los grandes perdones y misericordias.

Frente a frente en España
La carta, merece ser meditada: divulgada y releída con destiempo para la reflexión el gozo y la acción de gracias. Nos habla William F. Mc. Carthy:

«Reverendo-padre Juan Corominas: Eventualmente acabo de descubrir que hace unos 30 años, usted y yo nos estábamos tiroteando en los frentes de España. Que actualmente usted está dando, un curso de espiritualidad a religiosas hispanoamericanas. Que en el programa de TV que usted presenta los domingos a las 12.30 en el canal 34 representa unos 47 o 48 años. Que en la apertura de dicho programa aparece Cristo con la oveja perdida, que mira hacia los brazos del Divino Pastor; y éste soy precisamente yo. ¡Que he sido la oveja perdida durante muchos, años!
Formé parte en las Brigadas Internacionales, concretamente en la Brigada 15 del Batallón Abraham Lincoln, en la Cía. de ametralladoras. En la primera ofensiva de los republicanos, en agosto-septiembre de 1937, me encontraba en el frente de Aragón, provincia de Zaragoza. Tomé parte en la batalla de Quinto y Belchite. Y en Belchite fui herido.

He estado en el partido comunista de América desde 1936 hasta 1952. Actualmente soy presidente de la sección de piedad de la Sociedad del Santo Nombre en la Parroquia de San Felipe Neri. Y hasta hace cuatro meses fui el presidente de dicha Sociedad. He sido y continúo siendo miembro activo de la Tercera Orden de San Francisco.
El pasado domingo, segundo de mes, domingo que toca la comunión de los miembros de la Sociedad, después de la misa de 8.30 fui a dar las gracias al extraño padre que nos había celebrado la misa. Cuando él me dijo que era el padre Rosendo Rafael, natural de Cataluña, me quedé grandemente sorprendido. Me presenté a mí mismo, y me sinceré con él; pasamos juntos unas dos horas en el Seminario Claretiano de Compton.
El padre Rafael está convencido de que mi conversión hace seis años, el don gratuito de mi fe, son auténtica manifestación de la infinita caridad, misericordia, y perdón de Dios, para con un católico de nacimiento, ex acólito y educado en el Colegio de los Padres Jesuitas de «Brooklyn Prep», Biklyn, N. Y.

Un don especial
Efectivamente, fue un don especial para mi alma muerta, que al tercer día de la ofensiva en el frente de Aragón, en agosto o septiembre de 1937, en el pueblecito de Quinto, en la carretera de Belchite, formaba parte de un piquete de ejecución que disparamos con «Dum Dums» (explosivas) fusilando a unos 15 ó 20 jóvenes carlistas o requetés. Y por esto le escribo la presente carta. El padre Rafael me dijo que usted por aquel entonces tendría unos 17 años, y que luchaba como soldado en los ejércitos de Franco, y que muy bien podría haberse hallado en Quinto o Belchite.

He pensado que si usted regresa a España es posible que pueda llevar algún consuelo a los familiares de aquellos jóvenes de 18 ó 20 años que fueron fusilados por nosotros.
Se portaron como unos valientes. Llevaban el escapulario puesto y el rosario, y estuvieron orando, no de rodillas, sino de pie hasta el momento en que cayeron. Todos ellos miraban hacia nosotros con impresionante serenidad. Aún parece que los estoy viendo ahora: apuestos, de porte digno, resignados y con la paz del Señor en sus almas esperaban el martirio, su bautismo de sangre, a unos diez metros de nuestros rifles.
Para poderlos identificar mejor, le diré que ocupaban la última de las pequeñas colinas a la derecha del pueblo de Quinto. Era el tercer o cuarto día de la primera ofensiva de los gubernamentales desde que empezó la guerra en 1936.

La orden de fusilamiento
Eran estudiantes, de unos 18 ó 20 años, yo diría que eran suboficiales entre cabos y sargentos. No estoy seguro de ello, pero creo que algunos de ellos llevaban el haz de flechas de los falangistas.

Cuando se dio la orden de fusilarlos una última chispa de mi alma muerta protestó del crimen; y consciente o inconscientemente levanté mi rifle como un buen pie sobre sus cabezas. A los diez metros de distancia, un pie sobre sus cabezas me daba seguridad de que gracias a Dios no disparé sobre ellos a sangre fría, en aquel día lejano de hace treinta años.

Nunca jamás, desde mi conversión, hace seis años, he mentido a un sacerdote. Sin embargo, yo estaba allí, yo formaba parte del piquete de ejecución.

El Señor ya me ha perdonado en el Sacramento de la Penitencia.
Cuando usted regrese a España podrá contar esta historia —la valentía de aquellos muchachos y su inmediata entrada en el cielo— a sus familiares que aún vivan, ya que puede ser un acto de caridad para ellos y para mí.
Pido al Señor que esta carta llegue a sus manos. Si aún está en Los Ángeles y quisiera hablar personalmente conmigo, estoy a su disposición. Si no pudiera hablar personalmente, puede telefonearme.
No creo que la eventualidad de haberme encontrado al padre Rafael, sea una pura casualidad, sino una providencia muy especial de Dios para mí, para usted y para los familiares de aquellos muchachos.
En la misa de este domingo el sacerdote nos ha comentado aquellas palabras de la misa en la carta de San Pablo: «En otro tiempo yo perseguí a la Iglesia de Cristo, pero por la gracia de Dios ahora soy el que soy».
Mi nombre en la tercera Orden de San Francisco es Pablo.
WILLIAM F. MC CARTHY.»

Reconciliación evangélica
Subrayemos la valoración, a través del parabólico proceso interior del comunista convertido, recordando la firme serenidad de los muchachos fusilados.

No dejemos de marginar la recia fe que nos brindan en su muerte, acorazados sus pechos con el escapulario y en sus manos el Rosario. ¡Siempre la Virgen en las horas punta de la vida, de la muerte y de la eternidad!
El odio y la guerra no son situaciones normales ni cristianas. Tampoco la paz de los cementerios, ni las treguas volcánica. Por encima de clanes, bandos, enfermizos extremismos, la plenitud es el Evangelio que nos reconcilia a todos con Dios, el prójimo y nosotros mismos. El combatiente americano nos muestra el atajo de la verdadera reconciliación. Ni resentimientos ni divisiones sectarias. Tampoco el borrón y cuenta nueva de reincidir en los abismos que fatalmente conducen a sangre y ruina.

La reconciliación evangélica nos lleva a la fe; a la convivencia de la verdad en la caridad y a la síntesis equilibrada de todos los valores. Tras tantos años, la sangre fecunda de unos mártires españoles fructifica en los Estados Unidos en un corazón que encuentra la fe por la que murieron sus víctimas. Y hoy, mártires y quienes les apuntó con el fusil para la muerte palpitan en la más entrañable y misteriosa solidaridad y en una reconciliación sin trampa. Que no deja olvidada la vertiente teológica con su proyección política, por la que también murieron aquellos muchachos catalanes en Quinto

José RICART TORRENS,
Pbro.

Publicado en: La Vanguardia Española, Barcelona, 13-diciembre-1966

martes, 10 de marzo de 2009

EL TERROR Y LA IZQUIERDA POLÍTICA: ¿UNIÓN INSEPARABLE?



Tristes recuerdos los que asoman esta semana en el calendario. El lunes, aniversario de la segunda victoria consecutiva del PSOE en las elecciones generales. Hoy, 11 de marzo, han pasado cinco años desde el más sangriento atentado terrorista de la historia de España y el recuerdo y la oración por las víctimas coinciden con las preguntas que siguen sin respuesta acerca de quiénes fueron los últimos responsables de aquel crimen.

Que el Partido Socialista haya pasado un año más en el Gobierno no es cuestión secundaria para el futuro de España como nación, sobre todo cuando se observa el asunto en perspectiva. Desde que en 1977 volvió a quedar la vida política en manos del juego de las mayorías parlamentarias únicamente los socialistas han tenido un proyecto coherente de transformación de las mentalidades que ha sido aplicado de manera concienzuda en los largos períodos que han controlado el poder.

Los Gobiernos de UCD y del PP, fugaces en el tiempo y en las realizaciones, habían renunciado a cualquier fundamentación de su labor en una concepción del hombre y de la sociedad —más allá de las mezquinas consignas liberales— y se limitaron a una gestión de los recursos económicos más o menos brillante en el segundo caso y desastrosa en el primero. Por el contrario, el Partido Socialista de González y de Rodríguez, fiel a una estrategia gramsciana ha laborado tenazmente y en la misma dirección para provocar un cambio social de tal naturaleza que las citas electorales se acaben convirtiendo en una simple convalidación de su presencia en el poder por parte de una colectividad configurada a imagen de los deseos del Gobierno.

Educación para la ciudadanía, memoria histórica, diálogo con los terroristas, despenalización del aborto concebido como un derecho, “matrimonio” de homosexuales, feminismo radical, reformas educativas… no son simples cortinas de humo para disimular la crisis económica como pretende la versión oficial del centro-derecha. Son los pilares irrenunciables de una obra de Gobierno que se inició en 1982.
«El PSOE no ha cumplido nada de lo que prometió salvo aquello que tenía una
carga negativa, inmoral, coactiva de las libertades existentes o proclamadas por
la Constitución. Alcanzado el poder, los socialistas pusieron en marcha no el
programa de acciones positivas anunciado, sino la liberación de sus
resentimientos personales y corporativos, el espíritu de revancha, el
“enchufismo” y favoritismo entre sus partidarios, las corruptelas, ampliamente
denunciadas por la Prensa, en los ayuntamientos en las comunidades autónomas y
en el mismo seno de la Administración gubernamental […] Satisficieron y
revivieron sus “viejos rencores” desmontando estatuas, y han defraudado no sólo
a su electorado, sino a quienes, siendo adversarios de su fe marxista, hubieran
aceptado todas las iniciativas que contribuyesen a mejorar la vida nacional
española, la unidad y la convivencia interna, el avance en el camino de la
justicia social y la consolidación del prestigio de España en la comunidad
internacional».

No, aunque lo parezca, las anteriores palabras no corresponden a uno de los balances que del último año de Gobierno socialista ofrecieron ayer los medios de comunicación. Aparecieron en un libro publicado por Antonio Gibello en 1985 y estaban valorando los dos primeros años de Felipe González. Pero es que en la España de veinte años después han cambiado muy pocas cosas: incluyendo la corrupción, el retroceso en la justicia social y el desprestigio internacional. Y encima, los socialistas nos siguen quitando las estatuas.

La perpetuación de la izquierda en el poder y el terrorismo son dos de los más graves problemas que amenazan a la libertad de los españoles. Aunque a lo mejor bastaba con solucionar uno para que se disolviera el otro porque de manera sistemática a lo largo del último siglo (de la Semana Trágica al 11-M, pasando por la revolución de Octubre, las checas y los GAL) las izquierdas han vegetado siempre a la oscura sombra del terror.

martes, 3 de marzo de 2009

EL ESTADO SIN DERECHO



El Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha notificado a la Fundación Nacional Francisco Franco la sentencia de fecha 25 de febrero de 2009 relativa a la estatua del Generalísimo que se encontraba situada junto a los Nuevos Ministerios de Madrid, muy cerca de otras dedicadas a Largo Caballero e Indalecio Prieto, ambos socialistas, golpistas y responsables de miles de asesinatos durante la revolución de Octubre del 34 y desde sus puestos de responsabilidad en los Gobiernos frentepopulistas durante la Guerra Civil.

Dicha estatua fue retirada el pasado 17 de marzo en unas circunstancias que son sobradamente conocidas y que fueron interpretadas como fin de fiesta de un homenaje al dirigente comunista Santiago Carrillo, delegado de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid. En un discurso pronunciado por Francisco Antón en el Pleno del Comité Central del Partido Comunista de marzo de 1937 se dijo entre frenéticos aplausos: «Nos hemos preocupado un poco en limpiar la retaguardia. Es difícil asegurar que en Madrid está liquidada la Quinta Columna, pero lo que sí es cierto es que allí se le han dado los golpes más fuertes (¡Muy bien! Grandes aplausos) ... Y esto —hay que proclamarlo muy alto— se debe a la preocupación del Partido y al trabajo abnegado, constante, de dos camaradas nuevos, pero tan queridos por nosotros como si fueran viejos militantes de nuestro Partido, el camarada Carrillo, cuando fue Consejero de Orden Público, y el camarada Cazorla, que lo es ahora (Grandes aplausos)».

Se calcula que el comunismo (en muchos casos de la mano de los socialistas) ha causado unos cien millones de muertos; cifra a todas luces por debajo de la real. No hay ideología en la historia de la humanidad que haya resultado más letal y, sin embargo, los partidos socialistas y comunistas siguen desarrollando su existencia amparándose en la legalidad, sus dirigentes reciben homenajes y se elevan estatuas a sus más negros representantes.

La Sentencia que estamos glosando declara la nulidad de pleno derecho de la actuación material del Ministerio de Fomento, afirmando que la «medida se ha realizado por un órgano, en principio, incompetente ya que no consta que fuera el propietario de la escultura catalogada, y al margen del procedimiento legalmente establecido, sin que la Proposición no de Ley mencionada -en referencia a la Proposición no de Ley de 3 de noviembre de 2004 aprobada por el Congreso de los Diputados que instaba al Gobierno a la retirada de los símbolos del régimen anterior- constituyera título habilitante para una actuación inmediata y al margen de la normativa aplicable». Añade la Sentencia que la retirada de la estatua carecía de la preceptiva licencia, dada la catalogación de la estatua como elemento singular objeto de protección. Finalmente, la Sentencia, aunque reconoce que «de toda declaración de nulidad de una actuación constitutiva de vía de hecho lleva aparejada indefectiblemente, la reposición inmediata de lo realizado sin esa cobertura material ni formal, lo que en este caso supondría la colocación de la estatua en su emplazamiento de la Pza. de San Juan de la Cruz» entiende sin embargo que, una vez aprobada la Ley 52/07 (comúnmente conocida por “Ley de Memoria Histórica”), «la reubicación de la estatua para proceder a su posterior e inmediata retirada tras el procedimiento legalmente establecido carece de finalidad práctica y no deja de ser un mero simulacro efectista vacío de contenido», razonamiento que le lleva a desestimar la pretensión accesoria formulada por la Fundación Nacional Francisco Franco de que se procediera a la reubicación de la Estatua a su primitivo emplazamiento. Al final, recibe su premio la arbitrariedad con la que actúan los representantes de un Estado que ya no es “de derecho” porque sus representantes no cumplen la ley ni respetan los procedimientos establecidos por ella.

Alentamos desde aquí a no cejar en el empeño de recurrir en casación dicha Sentencia ante el Tribunal Supremo por discrepar del Fundamento jurídico en el cual la Sala estima innecesaria la reposición de la estatua a su ubicación original; toda vez que precisamente el artículo 15.2 de la Ley 52/2007 de Memoria Histórica declara inaplicable la obligación de retirada de los símbolos del régimen anterior cuando existan razones artísticas protegidas por la Ley, por lo que, dado el carácter de monumento de interés histórico artístico que le concede la legislación urbanística de la capital de España, la referida Ley no sería de aplicación.Razones históricas hay más que sobradas para que en el centro de Madrid se ubique una estatua del Generalísimo Franco. Sobre todo, porque habiendo derrotado en el campo de batalla a las ideologías representadas por Largo, Prieto y Carrillo, introdujo a España en el conjunto de las naciones libres. Por mucho que le pese a ZP y a los de la memoria histórica.

domingo, 1 de marzo de 2009

¿MEMORIA HISTÓRICA PARA SALAZAR ALONSO?


Imagen: Portada del libro: Bajo el signo de la revolución, Editorial Akrón, Astorga, 2007

¿COMO CALIFICAR A RAFAEL SALAZAR ALONSO SEGÚN LA LEY DE MEMORIA HISTÓRICA?
CASOS ASÍ DENUNCIAN LA MANIPULACIÓN DE NUESTRA HISTORIA RECIENTE QUE HOY SE PROMUEVE


En menos de un lustro la República le hizo concejal, presidente de la Diputación y alcalde de Madrid, tres veces diputado a Cortes y ministro de la Gobernación.

Desempeñó los cargos con honradez, celo y lealtad y rectamente orientado. Sin embargo los Tribunales de la República le condenaron a muerte...

No murió Salazar Alonso como Melquíades Alvarez, Manuel Bueno, Maeztu, Muñoz Seca y otro valores intelectuales a manos de los forajidos que armó la República presidida por Azaña y a los que extendieron patentes de inmunidad para sus crímenes Giral, Largo Caballero, Prieto, Negrín, Galarza, Pozas y demás ministros de entonces con el visto bueno del presidente de los parlamentarios Martínez Barrio.

A Salazar le encerraron en la Cárcel del Estado, le sometieron a proceso y le juzgaron Tribunales competentes; la sentencia condenatoria fundamentábase en resultados y considerandos, a tenor de lo dispuesto en el Derecho procesal. Aparentemente tuvo las garantías jurídicas que los Estados civilizados conceden a los reos de delitos políticos. Pero la verdad es que le asesinaron. El de Salazar Alonso fue lo que arbitrariamente acostumbra a llamarse un “asesinato legal”

COMO SE REALIZÓ LA DETENCIÓN
El 19 de julio de 1936, Rafael Salazar Alonso acudió, como de ordinario, al café... Advirtieron a Rafael el riesgo que corría si no se ocultaba. Refugiose en casa de su amigo, señor Reyes. A los pocos días, convencido de que su amigo corría serios peligros si continuaba ocultándole, se trasladó a una casa de la calle Raimundo Lulio. Acompañáronle los señores Cámara y Reyes. El día 31 de agosto las milicias de la FAI le detenían en dicha casa.

En la Prensa se dijo que le habían apresado en la calle. Es inexacto... induce a sospechar que se pretendió eludir la hipótesis de que la detención de Salazar obedecía a un “soplo”...

Condujósele a la Dirección de Seguridad y después a la Modelo. A toda prisa se le incoó proceso. En menos de un mes terminaron el sumario que es —puede comprobarse— un tejido de embustes y fantasías con las que se pretende dar realidad a un delito inexistente.

CONDUCTA DE LOS ABOGADOS REPUBLICANOS
Había que procurar un defensor al inculpado. Su buen hermano Carlos inició la búsqueda. Telegrafió a Barriobero, antiguo amigo de Rafael, que estaba en Barcelona. No contestó... se dirigió a Botella Asensi, ex ministro de la República y también amigo de Rafael... se excuso: teme fracasar... Y recurrió a Osorio y Gallardo... rechaza el encargo porque Rafael ¡es de derechas!...
Salazar Alonso resuelve defenderse a sí mismo. Y lo hace con la colaboración espontánea y desinteresada de Riancho...

EL PROCESO MONSTRUOSO
En los días 18 al 20 de septiembre se celebra la vista del proceso...

A Salazar Alonso le condenan a la pena capital porque ha pretendido libertar a España de la tutela de los partidos y de las organizaciones obreras de clase. Pugnó por un Estado garantizador del orden público y respetuoso con la propiedad y el ejercicio del culto católico y con los demás postulados del régimen social existente. Consecuente con este criterio, cuando en funciones de ministro de la Gobernación, hubo de enfrentarse con la huelga de Artes Gráficas de Madrid y con la general de campesinos, reprimió con firmeza las que reputó extralimitaciones de los huelguistas, y frenó las maniobras de los que, al socaire de las huelgas, intentaban subversiones de tipo político, llegando a clausurar la Casa del Pueblo de Madrid, fortaleza revolucionaria que los del Frente Popular y algunos del la acera opuesta consideraban intangible.
Este es el grave delito de Salazar Alonso. Pretendía que en España hubiera un Estado digno y fuerte, antimarxista esencialmente. Por eso en su vida de político activo se va señalando una evolución que le aproxima a todos los hombres que sienten el ideal nacional y patriótico y alejándose de los promotores republicanos. Sus enemigos le creyeron acreedor a la muerte. Y lo mataron...
PENA DE MUERTE
...Otra vez su ejemplar hermano emprende una peregrinación para salvarle la vida. Pide el indulto.

Solicita del ministro de Chile, decano del Cuerpo diplomático que interceda. El ministro accede “in continenti”. No se le oculta que desconfía de su actuación. Acaba de fracasar en la que ha hecho, en nombre de doce naciones americanas, para arrancar al duque de Veragua ¡el descendiente del descubridor del Nuevo Mundo! de las “checas” y no lo ha logrado. El duque de Veragua murió asesinado por la Horda.

Recaba... el concurso de Julio Carabias, amigo personal de Indalecio Prieto.
A Pedro Rico le pide que demande el perdón como presidente del Ayuntamiento de que Rafael ha formado parte y alegando que ha sido el primer presidente republicano de la Diputación provincial y alcalde y que siempre militó en partidos republicanos.

No puede complacerte —dice Rico—, comprometería mi popularidad...

- ¡Es inútil! ¡Es inútil! ¡A qué engañarnos! Ni yo ni el mismo Largo Caballero podemos hacer nada en obsequio de tu hermano. Somos unas marionetas de los revolucionarios!

Carlos se informa de que Azaña ha calificado la sentencia condenatoria de monstruosidad jurídica. Pero no hay indulto.
EL TESTAMENTO DE SALAZAR ALONSO
La noche postrera la pasa acompañado de varios amigos. Riancho uno de ellos. Rafael, locuaz como de costumbre... pronuncia una magnífica conferencia sobre el político, el político en la noble concepción aristotélica, el experto en el arte y la ciencia de gobernar los pueblos...
Escribe a su hermano y redacta su testamento...

En el testamento... declara que muere en el seno de la religión católica, apostólica y romana y que con esta declaración rectifica los errores en que haya incurrido. Asevera que quiso evitar la revolución en España. “¡Dios salve a mi Patria! —agrega— Si muero, es que Dios sin duda ha querido ofrecer mi martirio, como el de tantos otros, o que no ha querido que mis ojos y sentidos contemplen el horror de días futuros...
Fui bueno, o al menos con buena fe obré siempre. No hice daño a nadie. Si involuntariamente lo causé, que me perdonen. Yo perdono a cuantos me han hecho mal. Quiero que mis hijos no guarden rencor a nadie”.
LA BÁRBARA FIESTA DEL FUSILAMIENTO
...El “responsable”, Vergara, da muestras de hallarse impresionado. Salazar —le dice— no te mata la justicia; te mata el pueblo.
Al cruzar por la galería, Rafael bebe agua en un botijo. Esto —comenta con zumba— es muy madrileño.

Al penetrar en el patio de la cárcel donde han de fusilarle, encuentra una masa de mujeres y hombres armados que se mofan de él y le insultan. Les han dejado entrar para que se solacen con el fusilamiento de aquel hombre bueno, nacido en medios humildes, que se ha elevado por su trabajo y por su inteligencia.
Cae dando la cara a la muerte.
La canalla prorrumpe en gritos y algazara. Está satisfecha...El cadáver de Salazar Alonso es reclamado por la familia, no sin riesgos. Mediante engaños, uno de los cuñados consigue ver al muerto al ser enterrado. Las balas respetaron la cara y los labios se dibuja una sonrisa....

Publicado en: Informaciones, Madrid, 6-mayo-1939

ÁNGEL DAVID MARTÍN RUBIO: La era de la cristianofobia


Aunque el neologismo no sea muy original, recientemente se ha acuñado el término cristianofobia para referirse al odio hacia los cristianos y la religión católica en general, a la marginación de individuos y comunidades que se profesan fieles a Cristo. En cuanto ideología, parece haber tomado el relevo del viejo anticlericalismo para intentar someter a la Iglesia a las exigencias de la sociedad actual. Sus manifestaciones pueden ser muy diversas, pero generalmente se concreta en una multitud de actitudes que pueden ser caracterizadas con palabras como acusación, burla, desconfianza, ocultación, ostracismo, sospecha… prácticas que, en su conjunto, consiguen confinar al cristianismo en una situación marginal.

1. Dicho sentimiento tiene algo de irracional, de enfermizo que va mucho más allá del conflicto que se encuentra incoado al establecerse la relación entre la obra redentora de Jesucristo y el mundo, destinatario último de una salvación que ―misterio de la libertad― no se impone de manera mecánica ni automática. El cristianófobo se gesta en una sociedad que fue cristiana; viene a ser como el niño rebelde a quien sus padres no pudieron o no supieron educar. Es el fruto de una apostasía y de una infidelidad. Por eso, incluso quienes figuran en la nómina de la Iglesia oficial pueden ser cristianófobos, compartiendo sus principios y favoreciendo sus más diversas manifestaciones que van desde la desaparición de símbolos cristianos de la vida pública a la difusión de comportamientos opuestos a la moral cristiana; manifestaciones que tienen en común la imposición de una cultura secularizada que considera a Dios irrelevante.

Restringir la presencia pública del catolicismo o forzar a los creyentes a vivir en un ámbito cultural ajeno a sus propias referencias religiosas es un atentado a la propia naturaleza del cristianismo. En sus orígenes, esta religión no solo supera el exclusivismo propio del judaísmo y de otras creencias sino que, al hacer de esta vida el escenario en que el hombre decide su suerte para toda la eternidad (el problema de la salvación), relativiza todo lo temporal al tiempo que le otorga una dimensión trascendente. El bien común no es ajeno al destino sobrenatural del hombre sino que se debe ordenar a él como condición y jalón previo. Por eso, en la gestación histórica de la sociedad, del Estado y del Derecho, la religión católica no predetermina unívocamente formas y sistemas pero ejerce una doble influencia al oponerse esencialmente a determinadas realizaciones (por ejemplo, el comunismo intrínsecamente perverso) y al inspirar una estructura fundamental y un espíritu en quien legisla o administra justicia (por ejemplo, la salvaguardia y los límites de la propiedad privada).

Por el contrario, las ideologías dominantes en el mundo moderno, nacidas en el magma filosófico nominalista, racionalista y kantiano pueden considerar a la religión como un asunto meramente privado (a la manera del liberalismo) o como algo que hay que eliminar (en el caso de la Escuela de la sospecha: Marx-Nietzsche-Freud) pero nunca como fundamento objetivo de la vida en sociedad.

2. Resulta fácil comprobar la insistencia de la cristianofobia en imponer sus argumentos a partir de una deformación de los temas históricos. Al igual que el socialismo gramsciano recurre a la llamada recuperación de la memoria histórica para demonizar a la España que venció en la Guerra Civil, la Iglesia es objeto de continuos ataques por su pasado. No merece la pena una enumeración de ejemplos: de la promoción de los pseudoexegetas que ponen en duda la historicidad de los Evangelios a las películas que presentan la historia de la Iglesia como una sucesión de violencias; desde acusar de antisemita a Mel Gibson por recordar el papel que desempeñaron los judíos en la Pasión de Cristo a la difamación de Pío XII… Una labor de propaganda y desinformación, a través de la presentación tendenciosa de los hechos históricos, procura crear una opinión pública anticatólica que reacciona frente a una institución oscurantista, reaccionaria y enemiga de todo progreso intelectual o social; represiva e intolerante, enemiga de los derechos humanos y promotora de las Cruzadas y la Inquisición.

La leyenda negra de la Iglesia no es un asunto de poca importancia, digno de atención solamente para los eruditos sino que plantea un serio problema pastoral. Su descalificación global compromete seriamente la legitimidad de la Iglesia de cara al futuro y pone serios obstáculos al cumplimiento de su misión que ―como antes hemos apuntado― no se reduce exclusivamente a la intimidad de las conciencias sino que tiene una necesaria proyección social y política. Como escribía hace unos años el Cardenal Giacomo Biffi: «Cuando un muchacho, educado cristianamente por la familia y la comunidad parroquial, a tenor de los asertos apodícticos de algún profesor o algún texto empieza a sentir vergüenza por la historia de su Iglesia, se encuentra objetivamente en el grave peligro de perder la fe. Es una observación lamentable, pero indiscutible; es más, mantiene su validez general incluso fuera del contexto escolástico. Aquí tenemos un problema pastoral de los más punzantes; y sorprende constatar la poca atención que recibe en los ambientes eclesiales» (prólogo al libro de Vittorio Messori, Leyendas negras de la Iglesia, Planeta, Barcelona, 1996).


3. Hay que conocer la verdad de los hechos sucedidos en el pasado y denunciar las falsedades, las manipulaciones y los errores. La investigación seria, concienzuda, honesta de la historia de la Iglesia y la divulgación de los resultados obtenidos es uno de los mejores caminos para facilitar el acceso (por la fe) al Dios encarnado que la Iglesia anuncia. Ese es el insustituible valor apologético ―hoy tan menospreciado― de la historia eclesiástica.


Ángel David Martín Rubio
Publicado en:
http://larazonhistorica.blogspot.com/