«M. Proudhon ha escrito en sus Confesiones de un revolucionario estas notables palabras: "Es cosa que admira el ver de qué manera en todas nuestras cuestiones políticas tropezamos siempre con la teología". Nada hay aquí que pueda causar sorpresa, sino la sorpresa de M. Proudhon. La teología, por lo mismo que es la ciencia de Dios, es el océano que contiene y abarca todas las ciencias, así como Dios es el océano que contiene y abarca todas las cosas» (Donoso Cortés).

viernes, 18 de diciembre de 2009

Algunas citas para la reflexión

  • "No estamos a estas alturas en un Estado confesional ni se pretende con este acto recuperar aquel status que hoy no se considera conveniente, en línea con el Vaticano II. [...]"

D.DEMETRIO FERNÁNDEZ, OBISPO DE TARAZONA en Actualidad de la Consagración al Corazón de Jesús

  • "Vaya por delante que, la reciente Instrucción de la Conferencia Episcopal "Orientaciones morales ante la situación actual de España", no ha pretendido hacer un juicio moral sobre el marco constitucional español. Dejando a un lado las deficiencias y las carencias que la Constitución Española pueda tener, el documento episcopal parte de la aceptación de la Constitución de 1978, como el marco que los españoles eligieron democráticamente. Hablando de la transición española, el documento afirma: "Perdón, reconciliación, paz y convivencia, fueron los grandes valores morales que la Iglesia proclamó y que la mayoría de los católicos y de los españoles en general vivieron intensamente en aquellos momentos. Sobre el trasfondo espiritual de la reconciliación fue posible la Constitución de 1978, basada en el consenso de todas las fuerzas políticas, que ha propiciado treinta años de estabilidad y prosperidad...". Pero, sería ingenuo pensar que todo haya sido color de rosa. Ha habido y, sigue habiendo, dramas terribles, como es el hecho de que el texto constitucional no haya sido capaz de garantizar en la práctica, el derecho a la vida de los más de 80.000 españoles que anualmente son asesinados en el seno de sus madres. La Constitución tiene muchas deficiencias desde el punto de la moral católica, lo cual no obsta para que los católicos acatemos el orden legal y colaboremos en la construcción de una sociedad más justa bajo este marco constitucional".
D.JOSÉ IGNACIO MUNILLA, OBISPO ELECTO DE SAN SEBASTIÁN en El laicismo que viene

  • "Los obispos de la Iglesia católica estamos desde hace muchos años en honda sintonía con la cultura de la libertad y con la democracia [...] Deseo recordar en este contexto lo que los obispos españoles, reunidos en Asamblea Plenaria, decíamos en particular de la Constitución de 1978, cuando presentábamos un amplio balance pastoral del siglo XX al finalizar el año 1999: Todavía más de agradecer para nosotros es la paz disfrutada por nuestro pueblo en la segunda mitad del siglo. Tanto los conflictos externos como los enfrentamientos internos entre distintas ideologías, grupos sociales, regiones o nacionalidades han dado paso a una creciente concordia social que es casi seguro el mejor legado de nuestra historia reciente para el nuevo milenio; no debemos dilapidarlo. La Constitución de 1978 no es perfecta, como toda obra humana, pero la vemos como fruto maduro de una voluntad sincera de entendimiento y como instrumento y primicia de un futuro de convivencia armónica entre todos. Damos gracias de corazón a Dios por el don magnífico de la paz y le rogamos que nos haga a todos cada vez mejores servidores de ella, recordando que la verdad y la justicia son condición necesaria de la paz. Mirando, pues, a los logros del siglo XX, los obispos señalábamos a la Constitución vigente, la cual, aun siendo perfectible, es un bien político de primer orden, que hay que agradecer, y un instrumento de avance hacia el futuro. Un año antes, en la Instrucción pastoral, también de la Asamblea Plenaria, que lleva por título Moral y sociedad democrática, de 1996, formalizábamos la siguiente valoración de la trayectoria democrática de España: El clima de libertad creado en nuestro país con el paso a la democracia ha tenido muchos aspectos positivos. El aprecio de la libertad, tan propio de la cultura de nuestros días, está fundamentalmente en consonancia con el reconocimiento y el respeto de la dignidad humana. Todos nos podemos sentir legítimamente orgullosos de estos avances. Porque, como afirmábamos más adelante en el mismo texto, nuestro pueblo ha mostrado una gran madurez en los momentos delicados de la transición política y en los años posteriores de convivencia democrática. El esfuerzo realizado para obtener y respetar un consenso sobre las líneas fundamentales de la organización política del Estado y sobre los usos sociales ha dado unos resultados ciertamente positivos]".

D.ANTONIO MARÍA ROUCO VARELA, ARZOBISPO DE MADRID en La Iglesia en España en el siglo XXI

  • Son tiempos extraños los nuestros, pero apasionantes. No tenemos nostalgia de ningún tiempo pretérito, ni prisa de otro tiempo por llegar. Es en el aquí y ahora de nuestra época donde con Dios y ayuda queremos escribir nuestra página. No soy amigo de zulos ni de ca-tacumbas, tampoco de trincheras ni de barricadas. Con gente que de veras sabe y quiere dialogar, dialogaremos. Con aquellos que quieren y saben discrepar, discreparemos. Pero el diálogo y la discrepancia son un arte que requieren talento y apertura, para que no terminen en censura y crispación sin más. No, no somos anti-ellos. Por más que sea patética su jerga, manifiesta su vaciedad y terribles sus pretensiones, nosotros no vamos por ahí haciendo política episcopal. Los únicos que han pedido el voto para una formación política concreta no hemos sido los obispos. Que le pregunten al musulmán.

D.JESÚS SANZ MONTES, OBISPO DE JACA y HUESCA, en Votar o botar: toda una responsabilidad

  • "Es obvio que no estamos en los tiempos de la llamada cristiandad, que se definía por unas especiales relaciones de unidad de las instancias religiosas con los poderes públicos. Estamos en tiempos de pluralismo social y de laicidad estatal; en tiempos de separación de la Iglesia y las instancias políticas, especialmente en Europa. Benedicto XVI ha hablado, en diversas ocasiones, de los valores de la laicidad y ha dicho que la Iglesia católica asume esta nueva situación, caracterizada por el pluralismo, la libertad religiosa y la separación entre Iglesia y Estado".

D.LUIS MARTÍNEZ SISTACH, ARZOBISPO DE BARCELONA, en La difícil presencia de los cristianos en el espacio público

  • "Esta proyección social y política de la fe y de la caridad es capaz de sustentar un orden democrático de convivencia en una sociedad libre y pluralista, con tal de que las religiones, asumidas libremente por los ciudadanos, adopten entre sí una posición respetuosa y tolerante y sean capaces de ampliar estas mismas actitudes hacia los sectores laicos no religiosos. Así es como nos situamos los cristianos. Por eso no podemos aceptar como justo el intento de recluir nuestras convicciones religiosas al ámbito de la vida privada, para imponernos como base y condición para la convivencia democrática unos valores y una interpretación de los textos constitucionales que eliminan nuestra visión religiosa de la vida y la manera de entender el bien común de quienes formamos parte de la sociedad. La convivencia en una sociedad religiosa y culturalmente plural no necesita un apoyo exterior a las religiones, impuesto autoritariamente desde fuera, basta con que los ciudadanos encuentren en sus respectivas conciencias religiosas fundamentos eficaces para el respeto a la libertad de los demás, actitudes claras y abiertas de tolerancia y colaboración. Según esta manera de ver las cosas, la laicidad del Estado consistirá en que el poder político respete y favorezca por igual el desarrollo de cada religión y de la visión laica de la vida, de forma proporcionada a su implantación y significación social, sin discriminar ni privilegiar a ninguna de ellas, dejando que cada grupo viva tranquilo según sus propias convicciones y valores. Si hay dificultades para fundamentar la convivencia, los poderes políticos tendrán que exigir a los líderes y responsables de cada grupo el desarrollo de esta conciencia de convivencia y tolerancia entre sus miembros. Lógicamente esto supone que tanto los ciudadanos religiosos como los laicos quieran convivir pacíficamente, supone también que las religiones sean capaces de desarrollar unos criterios morales capaces de fundamentar la convivencia con otras religiones y con los que no tienen ninguna religión. Como requiere también que los laicos reconozcan a la religión en general y a cada una de las religiones presentes, como elementos positivos de la convivencia. sin alimentar sospechas ni reticencias respecto de su capacidad de fundamentar un comportamiento tolerante y democrático. Desde el año 1971 la Iglesia española ha seguido en este punto un itinerario intachable. Si en la nueva situación de pluralismo religioso incipiente, favorecido por el crecimiento de la inmigración en estos últimos años, aparecen dificultades, tendremos que hacer todos, autóctonos y recién llegados, un esfuerzo de adaptación a la nueva situación".
D.FERNANDO SEBASTIÁN AGUILAR, ARZOBISPO EMÉRITO DE PAMPLONA, en Lectura crítica del manifiesto del PSOE