«M. Proudhon ha escrito en sus Confesiones de un revolucionario estas notables palabras: "Es cosa que admira el ver de qué manera en todas nuestras cuestiones políticas tropezamos siempre con la teología". Nada hay aquí que pueda causar sorpresa, sino la sorpresa de M. Proudhon. La teología, por lo mismo que es la ciencia de Dios, es el océano que contiene y abarca todas las ciencias, así como Dios es el océano que contiene y abarca todas las cosas» (Donoso Cortés).

jueves, 18 de julio de 2013

18 de Julio


1.- Consideramos la fecha del 18 de Julio como representativa del Alzamiento Nacional que en 1936 puso fin al estado de anarquía y de vulneración de la ley que llevaron a España a una situación pre-revolucionaria.

Durante la Segunda República no se hicieron las transformaciones que eran, a todas luces, necesarias y se desarticularon las las posibilidades de una convivencia en paz. Por eso apreciamos el Movimiento Nacional, ante todo, por su contenido positivo que buscaba una radical superación de la desastrosa situación a que nos había conducido un siglo de liberalismo y de la falsa alternativa propuesta por las organizaciones políticas y sindicales que configuraron la zona roja.

2.- El Alzamiento de 1936 y la Guerra Civil, no fueron una simple conmoción, una sacudida superficial para devolver después las cosas al estado en que se encontraban sino que neutralizaron unas ideas equivocadas y sus nefastas consecuencias al tiempo que se alumbraron otras y se abrieron nuevos cauces que inspiraron y condicionaron la vida española durante muchos años.

El actual Jefe del Estado, habló con toda propiedad en 1969 de “la legitimidad política surgida el 18 de julio de 1936, en medio de tantos sacrificios, de tantos sufrimientos, tristes, pero necesarios, para que nuestra patria encauzase de nuevo su destino“. La falta de fidelidad al legado no impide reconocer lo acertado de la expresión y nos permite hacer profesión de fe en unos principios atropellados, nunca legítimamente derogados ni, menos áun, superados. Hacemos nuestra la formulación de estos principios expresada en la respectiva Ley Fundamental de 1958 y el ideario ético subyacente al orden político proyectado en ella. En especial, cuando se formula que “La Nación española considera como timbre de honor el acatamiento a la Ley de Dios, según la doctrina de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, única verdadera y fe inseparable de la conciencia nacional, que inspirará su legislación“. La penosa situación a que los sucesivos gobiernos “democráticos” han conducido a España contrasta con la exaltación del ideal cristiano de la justicia social que se hace en esta Ley mediante la proclamación de los derechos y deberes que lleva implícitos. El Estado nacido del 18 de Julio y configurado posteriormente en las Leyes Fundamentales fue agente activo de un cambio sustancial, sin duda con deficiencias y desequilibrios, pero en el que una legislación laboral avanzada sirvió de fundamento para la pacificación social.

Aunque las incoherencias, tibiezas e infidelidades se gestaron en los años anteriores, la verdadera traición al 18 de Julio se produjo cuando elementos procedentes de la legalidad hasta entonces vigente pactaron con la izquierda y los nacionalistas la Constitución de 1978, un texto al que se pueden hacer serias objeciones de orden moral y político y que es, en buena medida, responsable de la situación actual en la que está en peligro la propia supervivencia de España como algo más que una entidad jurídica, es decir con una personalidad propia forjada a lo largo de su historia.

3.- Visto desde la perspectiva actual, el 18 de Julio pertenece a la Historia de España. La sociedad no se sostiene sobre la mera coexistencia ni puede ser indiscriminadamente abierta. La comunidad política descansa sobre un entramado de virtudes y valores comunitariamente aceptados y cordialmente vividos que es lo que Wilhelmsen y Kendall han llamado la ortodoxia pública y que supone la consideración de ciertas verdades como valores absolutos. Sobre estos principios deben fundamentarse los llamados “usos públicos de la Historia”, y nunca desde la ignorancia o la falsificación de este pasado, promovida por los voceros de una “recuperación de la memoria histórica” sostenida por todas las organizaciones políticas del arco parlamentario (desde la extrema izquierda al Partido Popular).

Hasta que esta fundamentación en la ortodoxia pública resulte posible, en Tradición Digital proponemos que no sea el Estado en sus diversas versiones (socialista, liberal o separatista) sino los historiadores quienes expliquen el verdadero significado de esta fecha, al tiempo que asumimos el legado que se desprende de aquellos episodios y del ejemplo de nuestros mayores.

7 Respuestas a 18 de Julio

  1. hillers de luque
    Mi más sincera felicitación por vuestro artículo sobre el 18 de Julio. Enhorabuena (una buena réplica a la acción cobarde y canallesca de Aznar y J.Ignacio del Burgo … hijo de héroe carlista, combatiente del Ejército Nacional en 1936, según tengo entendido… organizando la condena (sic) del Alzamiento Nacional… en las Cortes en 2004…)
    Indicarme a qué e-mail puedo enviaros algunos artículos míos en esta misma línea.
    S. Hillers (falangista, delFES fundacional)
  2. Estoy completamente de acuerdo con estos mensajes. Sólo hace falta recordar la forma en que se vivía en este país en los años 60 y 70 para cerciorarnos que la sociedad se asentaba sobre sólidos cimientos basados en la profunda religiosidad nacida gracias a la fe surgida en el 18 de julio. España se transformó durante los años de gobernación de nuestro Caudillo que hizo posible un paréntesis de progreso social y económico que no tiene parangan en la historia de los pueblos civilizados de Occidente.
  3. El Alzamiento del 18 de julio fue justo, legítimo, necesario y heroico. Deberíamos orar para que España fuera capaz de alzarse nuevamente contra la criminal tiranía política que nos invade, plasmada en esta pútrida “democracia” impuesta de forma traidora y fraudulenta a través de la Constitución de 1978,
  4. Fernando Nicolás
    ¡VIVA CRISTO REY!
  5. En el día de hoy, 77° aniversario del Glorioso Alzamiento Nacional, manifiesto mi más respetuoso y emocionado recuerdo a todos los españoles ejemplares que dieron un paso al frente en aquel glorioso día para salvar a España de la anti España. Para defender nuestros más preciados tesoros, que son nuestra Fe Católica y nuestro destino como nación, de los enemigos de Dios y de la Civilización, y que hoy, desgraciadamente y para vergüenza de nuestra generación, vuelven a amenazar a nuestra patria desde un nuevo Frente Popular, algo diferente del de entonces, pues en el actual también milita el PP, esa manada de renegados, cobardes y traidores que algunos incautos llaman “derecha”, y el sucesor del Caudillo a título de rey, que le juró lealtad a él y fidelidad a los Principios del Movimiento y demás Leyes Fundamentales del Reino, para traicionar todo en su primer acto como nuevo Jefe del Estado.
    También quiero expresar mi máxima consideración, admiración y lealtad hacia la inigualable figura de Francisco Franco Bahamonde, Generalísimo de los Ejércitos y Caudillo de España por la Gracia de Dios, por haber conducido la Cruzada de Liberación Nacional hasta la Victoria del 1° de abril de 1939, salvando del exterminio a una Iglesia Católica hoy desmemoriada y desagradecida y a la España Tradicional, Genuina y Eterna, nación fundamental en la configuración del mundo entero.
    Mi absoluta admiración y respeto a la figura de José Antonio Primo de Rivera, referente ideológico para todo español bien nacido, modelo de compromiso, valor y entereza, que superó con su discurso de unidad los antagonismos artificiales entre españoles, desbaratando la entelequia que supone la democracia parlamentaria y el juego inmoral de los partidos políticos, en el que siempre ganan ellos y perdemos los españoles. ¿Cómo es posible que aún haya tanto ciego que no lo advierta con absoluta claridad?
    Asimismo quiero felicitaros, con un profundo sentimiento de camaradería y lealtad, a todos los patriotas de España, en especial a todos los que aportáis en estas páginas, en las noticias y en los comentarios, unas gotas de esperanza diaria a quienes no estamos dispuestos a que “por cobardes se nos muera España”, manteniendo izada la bandera nacional, firme la esperanza y fuerte el ánimo para mantener nuestra fe ciega en la victoria final.
    No me olvido de todos los que también acudís a estas páginas y a otras para ofender la memoria de todos nuestros héroes, caídos y mártires de la Cruzada, para denigrar y ensuciar el buen nombre de tanto español ejemplar. Me dais profunda lástima, porque lejos de odiaros por vuestras invectivas y ofensas, os veo con la compasión de quien observa a ovejas sin pastor, o mejor, ovejas con mal pastor. Vuestro seguidismo inmoral e irracional a los dictados de los manipuladores de la historia y a los saqueadores del presente os convierte en abyectos instrumentos de lo peor del país, que son nuestros enemigos acérrimos, pero también los vuestros, aunque no sepáis o no queráis verlo ni entenderlo.
    En cualquier caso, llegado el momento, si llega, de volver a dar un paso al frente para acabar con toda esta ignominia, no dudaré en unirme a mis camaradas como uno más y asumir, con todos vosotros, el papel que nuestra patria nos exija.
    Ruego a Dios que sepamos estar a la altura de quienes nos precedieron en el sacrificio y nos conceda la protección de María Santísima.
    ¡ARRIBA ESPAÑA!
    (Enviado también a http://www.alertadigital.com)
  6. A Nuestra Querida Madre Patria, la España Católica y Eterna,
    Un Saludo desde Méjico con todo el Amor de nuesta ánima hispana:
    VIVA ESPAÑA!! SANTIAGO Y CIERRA!!
  7. marcos perez andalucia
    Desde Argentina, con el alma hecha yunque,ascua,fuego ,llama
    ARRIBA ESPAÑA ¡¡¡¡¡
    ARRIBA ESPAÑA ¡¡¡¡¡
    ARRIBA ESPAÑA ¡¡¡¡¡

lunes, 15 de julio de 2013

¿Caídos de un bando o mártires por Dios y por España?

Monumento al Sgdo.Corazón en el Cerro de los Ángeles: profanado y dinamitado
De verdadera intoxicación cabe calificar la campaña que se está implementando desde determinadas instancias eclesiásticas para distorsionar el significado objetivo de las beatificaciones de los asesinados en la persecución religiosa española de 1931-1939. El método empleado consiste en desvirtuar el contexto histórico del período, para así presentar una imagen de los mártires adecuada a lo políticamente correcto y que resulte asumible para el confuso modernismo posconciliar pues vendrían a ser una especie de víctimas de la "libertad de conciencia".

Durante muchos años, los mártires fueron silenciados. Era cuando, en el pontificado de Pablo VI, se paralizaron los procesos de beatificación, circunstancia que dio paso a su reapertura a partir de la década de los ochenta del pasado siglo, pero al coste de prescindir de las más íntimas raíces de la persecución religiosa y la Cruzada. En el silencio de los años sesenta y setenta hubo mucho de olvido y desamor: ¿Cómo iban a hablar de los mártires de España tantos que se estaban dejando seducir por el señuelo del liberalismo, el socialismo y el comunismo, los derrotados en 1939? ¿O aquéllos que querían abatir el régimen político entonces vigente en España silenciando una de las más hondas y sinceras justificaciones del estado de cosas a que habían llegado las relaciones Iglesia-Estado en la España de Franco?

En nuestros días, a la herencia de todo lo anterior, se añade que estorba el recuerdo de los mártires a una mentalidad pseudo-religiosa y civil que ha hecho suyas las máximas del democratismo y que, con violencia y distorsión de la historia, ha identificado al bando ahora llamado republicano con los adalides de la libertad y la democracia.

Pero son los propios hechos históricos, los que impiden sostener esta interpretación interesada. Recordemos uno de ellos.

Una tarde de agosto de 1936 un avión había logrado situarse a escasa altura sobre el patio central del Alcázar de Toledo y dejado caer con éxito un saco de víveres y un mensaje alentador. En la fortaleza resistían desde el 19 de julio unos centenares de hombres acompañados por sus familiares. En cambio, un intento de la aviación enviada por los sitiadores para bombardear el Alcázar tuvo fatales resultados para los propios atacantes que sufrieron numerosas bajas al caer las bombas extramuros del objetivo. Aquella misma noche era asaltada la cárcel y sacaron a fusilar unos setenta u ochenta presos, entre ellos el joven Luis Moscardó, hijo del defensor del Alcázar y el prestigioso Deán de la catedral primada, don José Polo Benito. Este último fue uno de los 498 beatificados en Roma el 28 de octubre de 2007, más de setenta años después.

Polo Benito es todo un símbolo del clero español que sufrió la persecución religiosa desencadenada por la Segunda República y el Frente Popular. Nació en Salamanca en 1879. Se formó en el seminario de la ciudad y allí se ordenó en 1904. A partir de 1911 trabajó activamente por la comarca extremeña de Las Hurdes, donde desempeñó una importante labor previa a la célebre visita de Alfonso XIII a la zona. En su propio hogar estableció unas cocinas de caridad, con las que socorría a cientos de familias necesitadas. En 1923 fue nombrado Deán de la catedral de Toledo. Hombre al mismo tiempo de letras y de piedad intensa, el martirio no fue sino la coronación de toda una vida.

Al Coronel Moscardó le habían amenazado con fusilar a su hijo si no entregaba el Alcázar. Su respuesta no pudo ser más elocuente. En España se volvía a luchar con acentos de Cruzada y, como en tiempos de la Reconquista seguía vivo el espíritu de Guzmán el Bueno. Junto a Polo Benito, Luis Moscardó cayó bajo el plomo en la Puerta de Cambrón.

Decir que aquellos mártires no tienen nada que ver con la Guerra Civil, ni con los Caídos de un bando ni con la España de Franco, a mí me suena a cobardía o a “lavado de cara”.

Por eso hay que evocar la historia tal y como fue. Porque, al mismo tiempo que Moscardó cumplía el último deseo de su padre: morir encomendando su alma a Dios y a los gritos de “¡Viva Cristo Rey!” y “¡Viva España!”; al tiempo que Polo Benito y sus compañeros de martirio subían al cielo, en el Alcázar un puñado de hombres, sostenidos por el mismo ideal, recibían la consigna que tantas veces les repitió Antonio Rivera Ramírez, el Angel del Alcázar, secretario diocesano de los jóvenes de Acción Católica, muerto como consecuencia de las heridas recibidas en el asedio y también en proceso de beatificación: “Tirad, pero tirad sin odio”.

El pueblo español dio sentido de Cruzada a la guerra, sobre todo, a medida que llegaban las noticias de lo que estaba ocurriendo en zona roja y que era continuidad de lo que se venía sufriendo desde 1931: ardían las iglesias, y ahora se asesinaba por miles a los sacerdotes y a los católicos practicantes. Además, lo religioso no se limitó en la Guerra de España al terreno de lo puramente personal e individual, sino que se asumió como orientación católica de la vida en todos sus aspectos, también el social y político.

Y, por eso, la Jerarquía eclesiástica empezó a manifestarse en apoyo de los sublevados con documentos como la Carta pastoral de los obispos de Vitoria y de Pamplona (6-agosto-1936) y Las dos Ciudades (30-septiembre-1936) del Obispo de Salamanca Pla y Deniel… hasta desembocar en la Carta Colectiva del Episcopado español, fruto granado de la capacidad de iniciativa del cardenal Gomá. Y todo ello a pesar de la influencia ejercida sobre el Vaticano para que se desautorizara a los alzados y el conflicto desembocara en un final más acorde con las tesis maritenianas que con el ideal de la vieja Cristiandad.

Como en tantas otras ocasiones, la paz vino después de la guerra. El fin de la persecución religiosa tenía lugar a medida que cada rincón de España era liberado por los Ejércitos de Franco y no acabó definitivamente hasta la Victoria del 1 de abril de 1939. Silenciarlo es un nuevo secuestro de la memoria de los mártires ya que se pretende ocultar que otros muchos dieron su vida en las trincheras para poner fin a aquella situación y que también en los frentes se luchaba y se moría por Dios y por España.

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jueves, 4 de julio de 2013

¿Pero hubo alguna vez lefebvrianos?



El término “lefebvriano” o “lefebvrista” carece de cualquier rigor conceptual y solamente desde una polémica de bajo nivel desencadenada por los adversarios de la Tradición puede entenderse. A pesar de que los medios de comunicación —fieles a determinados intereses— e incluso algunos eclesiásticos reiteran el epíteto, no existe ni ha existido jamás un “lefebvrista” ni un "lefebvrismo".

Más intolerable aún resulta que se utilice el epíteto con intenciones peyorativas, para descalificar unas instancias y rehabilitar a otras. Se pueden deplorar las medidas extremas tomadas por Monseñor Lefebvre pero no cabe silenciar el contexto histórico en que dichas soluciones se adoptaron: una crisis sin precedentes en las vocaciones, en la práctica religiosa, en la doctrina, en la liturgia y los sacramentos… Tampoco es legítimo olvidar que cuando ya era un anciano, después de largos años de entrega, consumidos en el servicio a la Iglesia en la vida religiosa y en las misiones, hizo del combate por la Misa Católica y la sana doctrina, la razón de ser de su existencia y la causa a la que inmolaría los últimos años de su vida.

No existe una “doctrina” de Lefebvre pues la suya no fue otra que la doctrina de la Iglesia. Y el Arzobispo Marcel Lefebvre no fundó una organización vinculada a hombre alguno sino una Hermandad destinada a promover la vida sacerdotal según las sabias normas y costumbres de la Iglesia para entonces arrinconadas desde las instancias oficiales.
Basta reproducir sus palabras:
Ante todo debo disipar un malentendido, para no tener luego que volver a él: no soy un jefe de movimiento y aún menos el jefe de una iglesia en particular. No soy, como no dejan de escribir, “el jefe de los tradicionalistas”. Hasta se ha llegado a decir que ciertas personas son “lefebvristas”, como si se tratara de un partido o de una escuela. Aquí hay un equívoco verbal.
No tengo doctrina personal en materia religiosa. Toda mi vida me atuve a lo que me enseñaron en el seminario francés de Roma, es decir, la doctrina católica según la transmisión que de ella hizo el magisterio de siglo en siglo desde la muerte del último apóstol, que marca el fin de la Revelación.
En esto no debería haber un alimento apropiado para satisfacer el apetito de lo sensacional que sienten los periodistas y a través de ellos la actual opinión pública.
Sin embargo, toda Francia se conmovió el 29 de agosto de 1976 al enterarse de que yo iba a decir misa en Lille. ¿Qué había de extraordinario en el hecho de que un obispo celebrara el Santo Sacrificio? Tuve que predicar ante una gran cantidad de micrófonos y cada una de mis palabras era saludada con estrépito. Pero, ¿decía yo algo que no hubiera podido decir cualquier otro obispo?.
¡Ah! Aquí está la clave del enigma: desde hace varios años los otros obispos ya no dicen las mismas cosas.
¿Se los ha oído hablar acaso a menudo del reino social de Nuestro Señor Jesucristo, por ejemplo?.
Mi aventura personal no cesa de asombrarme: esos obispos, en su mayor parte, fueron mis condiscípulos en Roma, se formaron de la misma manera. Y de pronto yo me encontraba completamente solo. Ellos habían cambiado, ellos renunciaban a lo que habían aprendido. Yo no había inventado nada nuevo, continuaba en la línea de siempre.
Marcel Lefebvre, Carta abierta a los católicos perplejos, cap. II.