«M. Proudhon ha escrito en sus Confesiones de un revolucionario estas notables palabras: "Es cosa que admira el ver de qué manera en todas nuestras cuestiones políticas tropezamos siempre con la teología". Nada hay aquí que pueda causar sorpresa, sino la sorpresa de M. Proudhon. La teología, por lo mismo que es la ciencia de Dios, es el océano que contiene y abarca todas las ciencias, así como Dios es el océano que contiene y abarca todas las cosas» (Donoso Cortés).

lunes, 16 de febrero de 2015

MANUEL PARRA CELAYA: Mala estrategia

Resultan patéticos los esfuerzos que los partidos al uso (y abuso) –PP, PSOE, IU, etc.- llevan a cabo para demostrar que los portaestandartes de Podemos defraudan a Hacienda, han recibido dineros de manos ultramarinas, son corruptos y, en general, tienen las cuentas poco claras: es decir, que son, más o menos, como ellos. Con esta estrategia creen que van a arrebatarles intenciones de voto, pues sienten el aliento de Pablo Iglesias y los suyos en el cogote.


Como no entiendo de política, no puedo afirmar rotundamente que este bombardeo mediático les va a llevar al objetivo propuesto, pero, según mi lógica de ciudadano de a pie, constituye una equivocación: los convencidos persistirán en la elección de su alternativa-estrella con más ansia, que decía José Mota; los dudosos, pero asqueados de la situación y de las siglas conocidas, no dejarán, a poco que piensen, de entrever la maniobra, y ello servirá de acicate para convertir si idea en voto; los del no sabe/no contesta, en todo caso, siempre preferirán lo supuestamente nuevo a lo archiconocido viejo.

Todo por no querer coger el toro por los cuernos, es decir, entrar en el debate ideológico y llamar a las cosas por su nombre; precisamente, ese nombre que el señor Iglesias y los suyos se resisten a pronunciar a bombo y platillo: que su alternativa no es otra que un revival del mito marxista-leninista, en su derivación trotskista y con su pizca de estalinismo, el mínimo de momento para atraerse a sectores nacionalistas de izquierdas y poder seguir con el reclamo de la palabra democracia.

Esta estrategia no es nueva en los usufructuarios cuasi permanentes del Régimen actual y sustentadores del Sistema; la han empleado con los separatistas, en un diálogo estéril basado exclusivamente en argumentaciones legalistas, constitucionales y económicas, y, cuando les ha parecido oportuno, sacando a relucir, por ejemplo, la corrupción que anida bajo alfombras convergentes; y digo cuando les ha parecido oportuno porque nadie, en su sano juicio, puede creerse que el affaire de los Pujol ha sido descubierto ahora; si la memoria no me falla, el fiscal Villarejo en el caso Banca Catalana disponía de bastantes elementos al respecto, que tuvo que guardar en un cajón de su mesa.

Y, como en el caso de Podemos, este sacar los trapos sucios al sol no hace más que reafirmar a los fanáticos (“son mentiras de Madrid”) y animar a los tibios (“por lo menos, estos ladrones son de los nuestros”).

El no llamar a las cosas por su nombre y poner encima de la mesa los valores, principios, ideas y creencias teóricamente sostenidas es un rasgo de la “democracia formal” (y no de contenido) que vivimos. Sencillamente, porque los partidos que la disfrutan solo agitan la bandera de estos valores, principios, ideas y creencias cuando se trata de atraerse el voto de una población que aún sigue identificándolos con esa axiología; así, el PP, en su momento, hará olvidar al votante católico la ignominiosa retirada de la nueva Ley del aborto y no digamos sus afirmaciones electoralistas de anteayer definiéndose como un partido pro-vida; también hará olvidar al votante patriota que permitió celebrar el 9N en Cataluña con total impunidad y que mantiene incólume la Ley de la Memoria Histórica ; el PSOE ya tiene claro que los parados han olvidado que fue durante sus gobiernos cuando se establecieron la mayor parte de los contratos-basura y volverán a apelar a las grandes palabras de justicia y socialismo; I.U. intentará igualar el populismo de Podemos, ante la amnesia galopante sobre el olor a podrido que intenta identificar la juez Alaya en Andalucía; para no alargarnos, en fin, aquí, en Cataluña, ERC conseguirá los votos de quienes prefieren desconocer que han sido fautores de la política de recortes de CiU…

Nadie llamará, pues, a las cosas por su nombre, cuando la confrontación de ideas es lo que parece justificar el juego de los partidos. Aquí nadie defiende ideas, sencillamente porque es dudoso que las tengan, más allá de cuatro tópicos electorales y del papel asignado a cada uno por el Pensamiento Único, común a todos los partidos; como decía hace pocos días un buen escritor y amigo, “el Pensamiento Único tiene establecida hasta una Controversia Única”, en la que cada antagonista sabe qué es lo que puede defender y atacar, y lo que ha de callar.

Podemos ha entrado en el juego y sabe cuáles son sus límites en cuanto al silencio y a la palabra, aunque a alguno de sus líderes inexpertos se le ha escapado aquello del referente a la revolución de octubre de 1917. Si se quiere hacer frente a esta alternativa, que arrastra –no lo olvidemos- a los descontentos del Sistema, hay, necesariamente, que entrar al trapo y discutirles cosas como el Materialismo Histórico y el Materialismo Dialéctico, presentes en su base ideológica; y oponerles otras ideas y razones, sin insistir, bobaliconamente, en eso de que España no es Grecia…

Claro que uno –aunque no entienda de política- tiene in mente su propia alternativa al Sistema, con creencias, ideas, principios y valores bastante claros. Lo malo es que, de convertirse mi voz particular en clamor de muchos, sería estigmatizado y señalado por todos los partidos del Régimen, incluido Podemos.
Manuel Parra Celaya